Hace unos días se fue una leyenda del deporte. Sobre su historia,  legado y las causas por las que peleó ya se ha hablado mucho. A mí lo que me importan son sus autos. Ali tuvo varios autos a lo largo de su vida, uno de los más importantes fue un Cadillac El Dorado descapotable que compró en 1963. Al mejor estilo estadunidense, el Caddy montaba un generoso motor V8 de 7.0 litros y 340 caballos de potencia.

 

Muhammad Ali claro que fue un gran deportista, filántropo y de las personalidades más influyentes en el mundo, pero al final le gustaba darse sus gustitos llenos de excentricidades. El más grande  fue un Mercedes-Benz 220S 1959, convertido en un palacio sobre ruedas.

 

Este auto fue cubierto de oro de 23 quilates y más de 270 piedras preciosas entre rubíes, diamantes, zafiros y esmeraldas. ¿Están pensando en Huicho Domínguez? Espérenme, que aún no termino, pues por dentro las vestiduras eran de bisonte y grabado con mensajes arábigos; y para no escatimar, los faros delanteros, la parrilla y el parachoques estaban hechos de oro puro.

 

Bajo el cofre no había oro ni diamantes, solo un motor de seis cilindros. El auto tiene sólo 31 mil 965 kilómetros recorridos y perteneció por dos años al mito del ring.

 

Este clásico alemán que alguna vez fue propiedad de Ali fue puesto en subasta en febrero de 2014 a un precio de entrada de 1.5 millones de dólares, cantidad  que, sin menospreciar al ídolo del boxeo, es muy alta, pero en su carrocería e interior lleno de extravagantes detalles, y su historia, estaba la razón de ello.