El Museo Regional de Guadalajara abre las puertas de su Sala de Pintura del Siglo XX para recibir la exposición “Testimonio de la vida dichosa. Retratos del siglo XIX”, que permanecerá abierta al público hasta el 28 de febrero de 2017.

 

 

De la rica colección de retratos de los siglos XIX y XX que alberga dicho recinto, se seleccionaron 34 piezas para su exposición, las cuales reflejan las costumbres y la vida cotidiana de la sociedad jalisciense, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

 

 

Rostros infantiles, damas de sociedad, ricos hacendados y vida conventual son parte del amplio mosaico de obras que integran esta muestra, la cual revela la manera como la gente continuó con su “vida dichosa” al margen de los conflictos políticos y militares.

 

 

En la exhibición se presentan los trabajos de los principales exponentes del retrato jalisciense: José María Estrada, Petronilo Monroy, Manuel Gómez Ibarra, Carlos Villaseñor, entre otros, quienes se dedicaron a captar la fisonomía de los habitantes del occidente del país.

 

 

Arturo Camacho Becerra, curador de la muestra, señaló que además de la exhibición de las obras de dichos artistas, también se enriquece con la recreación de una pequeña sala de música como las que tenían las viviendas de clase media.

 

 

El espacio incluye elementos decorativos, como candeleros, floreros, un piano y hasta una partitura con el objetivo de que los visitantes tengan una clara idea de la vida en esos años.

 

 

La muestra está organizada en seis núcleos temáticos: Las edades del hombre; La elite de la nueva nación: curas, comerciantes y hacendados; La vida consagrada; Monumentos de amor filial; Las ciencias y las artes, así como La ciudad y sus moradas.

 

 

En la sección dedicada a La vida consagrada, se presenta la reproducción de un plano de la ciudad de Guadalajara de 1842, donde se pueden identificar los 14 conventos existentes: ocho de religiosos y seis de monjas.

 

 

Camacho Becerra mencionó también que, a mediados del siglo XIX, la vida conventual era una opción de dedicación profesional, por lo que en las familias era bien visto que alguno de sus miembros se consagrara a la religión.

 

 

En el último núcleo, La ciudad y sus moradas, se observa el Puente de las damas que da una visión de la metrópoli a mediados del siglo XIX, así como fotografías y la reproducción de un mapa de 1878, en el que se aprecia el desarrollo urbano que experimentó Guadalajara a partir de la destrucción causada por la Guerra de Reforma.

 

 

DCA