Río de Janeiro tendrá 17 días de operación de limpieza extrema, la misión será mejorar la imagen que ha dejado desde el momento en que fue designado como sede olímpica. Retrasos, protestas, promesas incumplidas.

 

La limpieza del agua es, quizá, la más preocupante de todas. Una villa olímpica que, como casi todas, sus primeros días son complicados; enormes cuestionamientos de logística y de instalaciones óptimas.

 

Por eso cada vez que llega un evento de tan alta demanda, repito la misma frase: esto es para los que pueden, no para los que quieren.

 

En este disfrazado esfuerzo de la FIFA por expandir los horizontes del futbol y hacerlo más incluyente (aunque lo único incluyente fue el club de la corrupción), vimos cómo Sudáfrica no terminó estadios, la infraestructura hotelera resultó insuficiente, la seguridad quedó corta y muchos otros temas que quedaron inconclusos. Igualmente Brasil entero, hace dos años, con un Mundial apurado y trabado.

 

Hoy vuelve a ocupar las miradas de todos, pero los esfuerzos se concentran en una sola ciudad que hasta hoy no ha sido lo “maravillosa” como lo indica su lema.

 

Por eso la misión debe ser perfecta. Son 17 días para hacernos creer que el mundo del deporte encuentra por primera vez en Sudamérica un templo monumental al que asistiremos millones de creyentes.

 

Templo al que los que no podrán asistir lo verán por las muchas posibilidades digitales. La televisión, Internet y hasta en la reuniones de amigos y familiares para ser testigos de tan majestuoso evento deportivo.

 

Y sí, qué pena no tener el talento rudo en la pista, pero aún más penoso y vergonzoso lo que ha pasado con un sistema de trampa que finalmente fue puesto al descubierto. El castigo: no tendremos a grandes figuras de Rusia en Río y probablemente no podremos ver más a Yelena Isinbayeva derrochando su talento y belleza.

 

Por lo pronto, con ansias de volver a ver a Michael Phelps con la intención de hacer aún más grande su leyenda, lo mismo con Usain Bolt. Somos afortunados por ser testigos de dos de las más grandes leyendas del olimpismo.

 

Con mucha curiosidad de ver al equipo mexicano de futbol después de un descuidado proceso de preparación que escapa del margen de maniobra del entrenador. Comparando tiempo de trabajo, lugar de concentración, rivales y facilidades es fácil darse cuenta lo que ha sucedido en esta oportunidad y la de hace cuatro años.

 

Evidentemente el vuelo de Paola Espinosa, la fuerza de María del Rosario y la precisión de cada flecha del equipo mexicano de tiro con arco nos aprietan el estómago. Crisanto Grajales llega sin mucho ruido mediático, pero es uno de los rivales de mayor respeto para colgarse una presea en el triatlón de los Juegos.

 

Muchas cosas por descubrir. Muchas incógnitas por resolver.

 

Río de Janeiro, allá vamos de nuevo.