A unas semanas de que arranque oficialmente el año electoral para la renovación de diputaciones, jefaturas delegacionales y el Gobierno de la Ciudad de México, los partidos políticos entran en procesos internos para elegir a sus candidatos.

 

La mayoría de las dirigencias esperan a que los tiempos legales permitan la promoción de aspirantes, aunque no todos respetan la ley.

 

Hay que recordar que en un proceso calificado incluso por sus propios militantes como opaco y tramposo, Morena nombró a Claudia Sheinbaum como coordinadora de ese partido en la CDMX.

 

La figura de “coordinadores” es un invento de Morena para violar la ley electoral, pues en realidad son candidatos que arrancan en falso y buscan darle la vuelta a la ley para que no sean sancionados por actos anticipados de campaña.

 

Pero independientemente del tema legal, que a todas luces ubica a ese partido en falta, hay que preguntar si la candidata que eligieron es el perfil que a la ciudad le convendría para seguir creciendo.

 

Sheinbaum se promueve como “científica” y lo recalca en cada entrevista, en cada foro, en cada evento. Se vende como “la candidata de la ciencia”, porque tiene una carrera académica enfocada en la investigación.

 

¿Pero eso será suficiente como para aspirar a la responsabilidad de gobernar la capital del país?

 

Porque si ésa fuera la condición, el químico Mario Molina, por ejemplo, que ha sido Premio Nobel por su contribución a la investigación del medio ambiente, tendría que haber sido ya, desde hace mucho tiempo, jefe de Gobierno de la capital.

 

No, la CDMX requiere de alguien que sepa gobernar, que entienda a la gente y que haya sido luchador social y haber estado cerca de los ciudadanos, cosas de las que carece Sheinbaum, quien siempre ha sido empleada.

 

De la academia saltó a la Administración Pública de la mano de Andrés Manuel López Obrador, en 2000. Su mayor logro fue haber construido los segundos pisos, aunque su responsabilidad estaba al frente de la Secretaría del Medio Ambiente.

 

Esa acción le valió la reprobación no sólo del químico Molina, sino de la comunidad entera de investigadores de la UNAM, de la que presume pertenecer. No le importó el rechazo de la comunidad científica: la orden de su jefe era sacar la obra para lucirla.

 

A ese cargo renunció en 2005 para irse como vocera de la primera campaña presidencial de López Obrador, y al perder volvió a su empleo en la UNAM, abandonando el trabajo social –es decir, a los ciudadanos-, pues su compromiso era sólo con el candidato.

 

Regresó esporádicamente organizando el grupo de Adelitas que se oponía a la reforma energética y de nuevo se fue a su empleo, hasta que Morena la hizo jefa delegacional en Tlalpan.

 

¿Con esta trayectoria tan pobre aspira a gobernar la CDMX?

 

¿Pensará que la capital requiere de una astronauta, una experta en Física o una ingeniera en energética como gobernadora?

 

Porque si eso fuera, Albert Einstein, Tomás Alva Edison o Louis Pasteur hubieran sido Presidentes de sus respectivos países. No, zapatero a tus zapatos.

 

La Ciudad de México necesita a alguien con sensibilidad política y social que conozca las calles, los mercados, las colonias y, sobre todo, que haya dado resultados en la administración pública.

 

La capital no requiere de una empleada de su líder, sino de una empleada de los ciudadanos, para que les resuelva sus necesidades.

 

En vía de mientras, tanto ella como el resto de los “coordinadores” de Morena arrancan en falta y deben ser sancionados.

 

**Dirigente de la agrupación Fuerza Democrática y jefe delegacional por el PRD en Gustavo A. Madero

 

caem