LOS ÁNGELES. La mayor reunión de líderes mundiales al margen de Naciones Unidas se reúne este sábado en un edificio mucho menos glamouroso: la Biblioteca Central Anaheim, frente a Disneyland. Nadie representará aquí a Estados Unidos, Gran Bretaña o China, pero puede que uno logre ver al presidente de Molossia, ataviado con un adornado uniforme de gala que sería la envidia de cualquiera.

 

Se codeará con reyes, reinas, duques y barones de lugares como Slabovia, Westarctica, Vikesland y Broslavia.

 

La ocasión es MicroCon 2015, que según los organizadores es la primera reunión norteamericana de microestados, esos países tan diminutos que prácticamente nadie más que la gente que los gobierna cree que realmente existan.

 

“Es casi como una versión diplomática de una maqueta de tren para ratones de biblioteca”, comentó Steven F. Scharff, que estudia el movimiento de los micro estados desde hace décadas.

 

La mayoría de estos países ficticios imprimen sus propios sellos y acuñan moneda. Algunos incluso producen chales, espadas, medallas y otros accesorios reales que según Scharff, están a la altura de cualquier cosa que salga de la Casa real de Windsor en Inglaterra.

MicroCon2015

Buena parte estará expuesta el sábado, junto con las banderas de unas dos docenas de países.

 

Al frente del encuentro se encuentra el presidente Kevin Baugh, de la República de Molossia, que gobierna sobre 1.3 acres de tierra adquirida en 1998 al este de Reno, en Nevada.

 

De los 27 ciudadanos del país, sólo cinco —Baugh, su esposa y sus hijos— viven en Molossia. Aun así, el lugar emite sus propios pasaportes, tiene su propio ferrocarril, sistema de telefonía, banco, oficina postal y tienda. Si uno llama con antelación, el propio presidente le guiará en su visita.

 

“Cuando venga de visita verá tanto como en una nación funcional”, comentó Baugh, que desde su adolescencia pensaba que sería genial crear su propio país. Pero no se equivoquen, sabe perfectamente quién manda de verdad.

 

“¿Puedo bajar la edad legal para beber?”, pregunta de forma retórica. “Bueno, no, no puedo. Vamos, seamos realistas”.

 

“A todos nos gusta pensar que tenemos nuestro propio país, pero saben, Estados Unidos es mucho mayor”, dijo este dictador benevolente con una carcajada.

 

Otro líder mundial que acudirá a la MicroCon es su alteza real Travis McHenry. Como gran duque de Westarctica, rige sobre un territorio antártico con forma triangular, de 620.000 millas cuadradas, que ningún país real se molestó en reclamar. Aunque su país es casi del tamaño de Alaska, ninguno de sus 300 ciudadanos vive allí de verdad. Pero tampoco lo hace nadie más.

 

“Cuando descubrió que había un trozo de Antártida sin reclamar por ningún país, me inspiró mucho”, dijo McHenry, que trabaja como coordinador de reclutamiento en una empresa de medios de Burbank. “En cierto modo seguí a mi imaginación y decidió ver si podía convertirlo en un país legítimo”.

 

El año pasado, convirtió la plataforma en una organización sin ánimo de lucro que pide protección para los pingüinos nativos de la zona y estudia el efecto del cambio climático en la capa de hielo de la Antártida. En la reunión, ofrecerá una conferencia sobre “micro estados que importan”.

 

“Se trata un poco de instar a otros micro estados a convertirse en organizaciones sin ánimo de lucro para que puedan hacer algo de verdad, además de caminar por ahí con capas elegantes”, comentó.

 

Los micro estados están repartidos por todo el mundo, aunque es difícil tener un recuento exacto porque van y vienen. Algunos, como el Principado del Río Hutt en Australia, comenzaron como resultado de una disputa con un país real, en este caso por las cuotas de trigo que limitaban la producción de la granja del Príncipe Leonard Casley.

 

Mientras estos lugares no molesten mucho al gobierno real, por lo general se los deja en paz. Pero no siempre.

 

Después de Giorgio Rosa abriera una atracción turística en una plataforma en la costa italiana en 1968, la bautizara como República de la Isla de las Rosas y se proclamara presidente, Italia se apresuró a invadir el lugar. Al final, la plataforma fue dinamitada, volando literalmente por los aires la República de la Isla de las Rosas.