El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) difundió hace unos días en Berlín datos alarmantes sobre el calentamiento del planeta y los pobres resultados obtenidos hasta ahora por los gobiernos, empresas y stakeholders en sus esfuerzos por revertir la situación.

 

En el reporte titulado Cambio climático 2014 (Mitigación) –el último de los tres documentos de los Working Groups que, junto con una síntesis que se publicará en octubre próximo, constituirán el Quinto Informe de Evaluación del IPCC- se establece que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero han aumentado a niveles sin precedentes a pesar de un número creciente de políticas para reducirlas. Las emisiones aumentaron más rápidamente entre 2000 y 2010 que en cada uno de los tres decenios anteriores.

 

Según el IPCC, aún es posible limitar el aumento de la temperatura media global a 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales. Sin embargo, solo un cambio institucional y tecnológico importante haría que hubiera más del 50% de probabilidades de que el calentamiento global no superara ese umbral. Esa transformación implica, forzosamente, la migración de los sistemas energéticos de combustibles fósiles a fuentes de baja o nula generación de carbono, como la energía eólica y solar. Para comenzar a mitigar con efectividad el cambio climático no se requiere de una migración total, sino de un desplazamiento parcial a energía no contaminante que baje el consumo contaminante.

 

El IPCC apuntó que la migración contempla casi cuadruplicar el uso de energía no contaminante, que en las proyecciones del panel incluye fuentes renovables así como plantas nucleares y de combustibles fósiles equipadas con tecnologías para capturar al menos parte de las emisiones. Como señala John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, este objetivo no sólo no es irracional, sino que incluso podría significar ahorros sustanciales en el mediano plazo. De acuerdo con Kerry, la crisis ecológica podría representar una oportunidad económica para el orbe: “Muchas de las tecnologías que nos ayudarán a combatir el cambio climático son mucho más baratas, de amplio acceso y con mejor rendimiento que cuando el último informe del IPCC se dio a conocer hace menos de un decenio. Nos conviene actuar con rapidez.”

 

En México, ayer se realizó en el Senado el congreso “Cambio Climático: riesgos, adaptación y mitigación”, organizado por la Academia Mexicana de Ciencia y el IPCC. En el marco del evento, Mario Molina, premio nobel de Química, conminó a la sociedad en su conjunto a actuar de manera más comprometida para evitar el desastre.

 

El exhorto, empero, se centró en las empresas: “Como país, México ha respondido bien a la crisis, ya cuenta con una ley de cambio climático y un impuesto simbólico al carbono, pero falta camino por recorrer por parte de algunos sectores específicos. No obstante que ha habido buena voluntad de muchas empresas, urge tomar medidas más significativas y drásticas. Sin el involucramiento de la iniciativa privada, es imposible enfrentar el tema. Según el IPCC, existe un 30% de posibilidad que en los años próximos sucedan desastres por el cambio climático. No juguemos a la ruleta rusa.”

 

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es una cultura de gestión encaminada a conectar a la organización con el desarrollo de la sociedad a través del bienestar de sus integrantes, el respeto al medio ambiente, una relación productiva con su comunidad y ética en la toma de decisiones. Bajo esa lógica, la reducción del cambio climático debería ser una parte sustancial en la filosofía de RSE de toda empresa responsable. Aún no lo es, por lo menos no en México. Como sostiene Molina, ha llegado la hora de replantear prioridades.