CIUDAD DEL VATICANO La tradición católica indica que los católicos divorciados que vuelven a casarse viven en pecado, y no tienen permiso para recibir la comunión. Muchas de estas personas se sienten abandonadas por la Iglesia.

 

“Hoy nos referimos a la situación de aquellos que, tras la ruptura de su vínculo matrimonial, han establecido una nueva convivencia. (…) Estas personas no están excomulgadas como algunos piensan, ellas forman parte de la Iglesia”, dijo el pontífice.

 

Directo y claro fue el mensaje lanzado por el Papa durante la audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, y no en la Plaza de San Pedro como es habitual, debido a las altas temperaturas veraniegas.

 

Desde el inicio de su pontificado en marzo de 2013, el papa Francisco ha insistido en la misericordia y su convicción de que “la Iglesia es la casa paterna en la que hay espacio para todos”. También para los divorciados.

 

No es la primera vez que Jorge Bergoglio se refiere a esta cuestión pues el pasado junio ya dijo que en algunos casos la separación “puede incluso ser moralmente necesaria cuando se intenta proteger al cónyuge más débil o a los hijos de las heridas causadas por la prepotencia, la violencia, la humillación, la extrañeza y la indiferencia”.

 

Sin embargo, nunca antes se había referido públicamente y con tanta claridad a la situación en que se encuentran esas personas con respecto a la Iglesia.

 

Precisamente este será uno de los temas que debatirá el Sínodo de la Familia del próximo octubre, según explicó el Vaticano en el documento presentado en junio.

 

El hecho de que los divorciados puedan comulgar es uno de los temas más polémicos en el seno de la Iglesia Católica, pues la doctrina cristiana defiende que el sacramento del matrimonio es una “alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida”.

 

Así lo ha recordado el propio papa Francisco en su discurso: “La Iglesia sabe bien que situaciones como ésta contradicen el sacramento cristiano”.

 

Pero acto seguido ha matizado que, “con corazón de madre (la Iglesia) busca el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie. Animada por el Espíritu Santo y por amor a la verdad, siente el deber de discernir bien las situaciones, diferenciando entre quienes han sufrido la separación y quienes la han provocado”.

 

“¿Cómo podemos recomendar a estos padres que hagan todo lo posible para educar a sus hijos en la fe cristiana si les alejamos de la vida de la comunidad, como si fueran excomulgados?”, preguntó.