En el AVE -ese tren de alta velocidad, una maravilla tecnológica que une Madrid con Barcelona en escasas dos horas- jaleaban burlerías, soleares. Alguien se atrevió con una saeta honda.

 

En el AVE viajaban españoles de Madrid, pero también de Teruel y Salamanca y La Coruña y Bilbao; y de Sevilla, y Tenerife, y Murcia, y Cádiz y Melilla. Ciudadanos de toda la geografía española, envueltos en banderas españolas, entonaban esos cánticos que salían de sus cuerdas vocales, pero también de sus poros, los poros de una España rica y diversa, una España unida en la multiculturalidad. Una España en la que todos remamos en la misma dirección, la de la unidad y el progreso.

 

… Y por primera vez en muchos años, los españoles no los avergonzamos de sacar a las calles nuestras banderas y de cantar nuestro himno.

 

Por primera vez en muchos años se acabó la rémora de que llevar la insignia nacional, la bandera, era sinónimo de ser fascista. Atrás quedaron esos anacronismos vetustos y rancios de la España franquista que pensábamos ya habíamos olvidado, pero que se han encargado de desenterrar los antiguos odios la deriva independentista del Presidente catalán, Carles Puigdemont.

 

… Y entonces, una miríada de gente de diferentes lugares de la geografía, pero con la misma sangre española salió de la estación barcelonesa de Sants y se fue hacia la manifestación a favor de la unión de España y en contra de la Independencia de Cataluña, que tanto propugna el presidente Puigdemont.

 

Esa sangre, mezcla de mora y judía, celta e íbera se hacía espesa y poderosa y corría por las venas como el río de españoles que llenaron las calles catalanas para decir no al independentismo de Cataluña. Un no porque no es legal, porque es anticonstitucional; pero también un no porque una separación de Cataluña supondría una vuelta a las cavernas del siglo XIX, un anacronismo nacionalista que acabaría como acaban todos los nacionalismos, de una manera indeseable.

 

Hay tiempo, hay tiempo para dar marcha atrás o, al menos, eso es lo que pensaron aquellos españoles que tomaron el AVE por la tarde después de la manifestación de Barcelona este fin de semana pasado.

 

… Se marcharon con el corazón encogido, esperando una reacción, alguna respuesta, la esperanza de que seis siglos de unión de un gran país llamado España no se quebrara por el impulso y la obcecación.

 

Muchos saben que México es mi país, así como España. En mi coche llevo siempre una calcomanía con la bandera y el escudo de México. Nunca antes había puesto la bandera española porque siempre está el gracioso de turno que te poncha la rueda, porque piensa que eres de la extrema derecha. Pero eso se acabó.

 

En cuanto llegue a Madrid pondré en el carro mi otra bandera: la bandera española.

 

 

caem