El Presidente de Estados Unidos nos usa como su distractor. Cada vez que siente que se ahoga con otros temas, saca a México a relucir para tratar de calmar a esa clientela política que es tan manejable.

 

La semana pasada fue a Arizona a calentar la cabeza de sus seguidores con el tema del muro y del terrible Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

 

Y ahora que recibe críticas porque van cuatro días de lluvias en Texas y apenas hoy visitará la zona de desgracia, otra vez saca a relucir a México como su tabla de salvación para no ahogarse en su ineptitud.

 

En menos de dos semanas, el Presidente de la Unión Americana ha amenazado dos veces con salirse del TLCAN, como si de esa manera quisiera provocar que el Gobierno mexicano le suplicara que no lo haga y que aceptamos sus absurdas condiciones.

 

Este viernes, que inicia la segunda ronda de renegociaciones del TLCAN, quizá sería buen momento de preguntar a la delegación de Estados Unidos si es en serio que tienen tantas ganas de dejar el acuerdo, para que cumplan de una vez con su amenaza.

 

Déjeme decirle cuáles serían las consecuencias de corto plazo de un rompimiento: de entrada, el amortiguador financiero mexicano es el tipo de cambio. Se dispararía la cotización, el Banco de México y la Secretaria de Hacienda intervendrían para frenar la devaluación.

 

El mercado bursátil mexicano perdería, a la par que Wall Street sentiría los efectos negativos.

 

A la vuelta de unos días que se comprenda que no es con efecto inmediato la salida, sino que es un proceso de meses y que mientras tanto el comercio sigue operando igual, las aguas se calmarían.

 

En ese lapso empezaríamos a entender que las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) nos dan para una relación muy ventajosa con Estados Unidos y que muchos sectores no resentirían las consecuencias.

 

Si Donald Trump se atreviera a violar la condición de nación más favorecida que nos confiere la OMC en la relación con Estados Unidos, enfrentaría sanciones comerciales mundiales que no le convienen.

 

México cancelaría en respuesta los acuerdos vigentes con Estados Unidos en materia de seguridad fronteriza, combate al crimen y demás tratados que tanto le importan a Washington.

 

A la vuelta de unos meses, con los dólares muy caros, México encontrará nuevos mercados de exportación y de activación de muchos acuerdos que tiene vigentes.

 

Los siguientes años veríamos más productos importados de otras naciones y veríamos cómo más productos mexicanos llegan a otras naciones.

 

Todo para que en unos cuatro o cinco años más estemos de vuelta en la mesa de las negociaciones con un nuevo Gobierno de Estados Unidos en la época post Trump.

 

No pintan para ser momentos sencillos, pero no es posible que vivamos con la amenaza de un tipo que cree que si no es con sus condiciones, este país no tiene viabilidad.

 

Ciertamente habría consecuencias negativas para México sin el TLCAN, pero tampoco es el fin del mundo.

 

caem