No eran tantos, pero ahora son muchos menos aquellos mexicanos que podían optar por planear sus vacaciones en el extranjero, en especial en Estados Unidos.

 
Tenemos la posibilidad de argumentar que este año no vamos a Miami, sino a Acapulco, porque estamos muy enojados con las políticas de Donald Trump y, por lo tanto, no les vamos a ir a dejar nuestro dinero para que nos traten mal.

 
Aunque en realidad lo que sucede es que cuando cotizamos el vuelo, el hotel y la alimentación en aquel destino, nos dimos cuenta que cuando convertimos los presupuestos en dólares a pesos, ya no nos alcanza como antes.

 
Introducimos en el buscador de Internet algún destino nacional, y con excepción de aquéllos que se cotizan en dólares, hay muy buenas propuestas y a precios mucho más razonables.

 
La realidad es que para turistear en México no tomamos en cuenta los índices del peso frente al dólar, sino los indicadores de inseguridad.

 
La depreciación del peso ha causado estragos inflacionarios. De hecho, el traspaso del encarecimiento de las importaciones no ha terminado del todo, a pesar de la fuerte recuperación que ha tenido la moneda mexicana desde aquellos difíciles días de enero, cuando la paridad superó los 22 pesos por dólar.

 
Sin embargo, esa moneda nacional débil da una ventaja competitiva a los productos mexicanos. Lo mismo automóviles que las playas de Guerrero.

 
No es casualidad que el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, en una declaración que hizo sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se refiriera a la revaluación del peso frente al dólar.

 
No crea que este secretario millonario está muy preocupado por el poder de compra de los mexicanos, sino por la pérdida de competitividad que implica para su país tener una divisa tan fuerte.

 
El incremento de las exportaciones manufactureras tiene mucho que ver con una reactivación de la industria estadounidense, con un sorprendente aumento de la confianza de los consumidores norteamericanos, pero también con la competitividad que imprime a los productos #HechosenMéxico, una paridad tan castigada.

 
La moderación en el discurso comercial anti TLCAN de la administración de Donald Trump puede responder a haber pensado dos veces dejar de lado a este socio estratégico al sur de sus fronteras y donde las empresas estadounidenses han invertido tantos miles de millones de dólares.

 
Puede también tener una consideración de que al desechar a México, le estarían haciendo el trabajo sucio a China.
Pero también y, sin duda, hay la conciencia de que un dólar tan fuerte, frente al peso y frente al resto de las divisas, corre en contra de los planes que dice mantener la actual administración de crear muchos empleos.

 
Así que tal parece que no sólo el Banco de México y este país en general tienen interés en una paridad más realista, sino también aquéllos que importan y que han perdido mercado por factores cambiarios.