Tanto en Estados Unidos como en México hemos visto cómo la inflación representa un factor aún de riesgo que los bancos centrales no pueden dejar de lado.

 

Estados Unidos viene fortaleciendo poco a poco su actividad económica. Desde junio de 2016, los diferentes indicadores económicos en su conjunto han mostrado un mejor nivel de expansión. El empleo sigue con una creación mensual promedio de 180 mil puestos y la tasa de desempleo se ubica en niveles no vistos de 2007, aunque niveles más bajos pudieran convertirse en un factor de sobrecalentamiento para la economía. Las ventas minoristas registran una expansión anual de 5.2%, la confianza del consumidor se mantiene alta e indicadores PMI de Servicios han tenido un buen desempeño, a pesar de alguna desaceleración hace un par de meses.

 

La producción industrial ha ido evolucionando en los últimos meses creciendo ya a tasas de 1.5% anual, cuando hace 12 meses se contraía 2.0%.

 

Por otro lado, y aunque aún no se materializa, la reforma fiscal que quiere impulsar la administración Trump con posible efecto para 2018 trae consigo una mayor disponibilidad de recursos para empresas y personas, que al final irá a incentivar más el nivel del consumo y de inversión, que aporta mayores elementos hacia un crecimiento anual al menos de 2.0%.

 

En los últimos días vemos una reacción del dólar y presión al alza en la curva de los bonos del tesoro que se alinean a las expectativas del mercado ya en 100% para que la Fed suba la tasa de interés 25 puntos en su próxima reunión en junio. Datos de inflación al productor y al consumidor de abril seguramente se mantendrán por arriba de 2.0% anual, objetivo de la Fed.

 

Los resultados trimestrales de las empresas en Estados Unidos fueron positivos, lo que nos hace pensar que el crecimiento preliminar de 0.7% al cierre del primer trimestre podrá revisarse al alza.
Por otro lado, la economía mexicana está dando sorpresas positivas respecto a lo que se esperaba por la llegada de Donald Trump al Gobierno de Estados Unidos. Los riesgos de un cambio en la relación bilateral con la Unión Americana están vigentes, pero hoy a más de 100 días de su administración, aún está pendiente el inicio de la revisión del TLCAN y aparentemente no habrá, por el momento, nuevo impuesto a las remesas.

 

Lo pendiente que sí viene afectando son las consecuencias de la propuesta de la reforma fiscal americana, en la que ajustarán impuestos y el objetivo de repatriación de capitales que podría afectar estrategias y visiones de mediano y largo plazo en las empresas americanas. Por ello, la baja inversión representa un freno en la propia actividad económica.

 

Por el lado interno, el sector consumo ha mantenido un buen desempeño y representa un motor importante para el crecimiento en este 2017. El nivel de las remesas familiares y la propia creación de empleos siguen impulsando el consumo, mientras que el financiamiento bancario también, pero en menor medida.

 

Los indicadores de manufactura y el de servicios en contraparte aún muestran una contracción, la producción industrial crece a tasas negativas de 1.7% anual, mientras que la confianza al consumidor recupera la fuerte caída experimentada en enero por el aumento en el precio de la gasolina y el factor Trump.

 

Así, la inflación en abril registró una tasa anual de 5.82% y la del productor modera el impulso al presentar una tasa de 8.75% (sin petróleo y con servicios), cuando en enero la tasa máxima alcanzó cerca de 10%.

 

Por ello, pensamos que será en junio cuando el Banxico pueda subir su tasa de referencia en otros 25 puntos para llevarla a 6.75% siguiendo a la Fed también, con el fin de mantener el spread entre tasas de ambos países. Por lo que vemos menos probable que se adelante en la reunión de la próxima semana.

 

aarl