LOS ÁNGELES. Todos los niños en Estados Unidos tienen igual derecho a una educación pública primaria y secundaria, sin importar el origen, ciudadanía o la condición migratoria y es por ello que las escuelas en Estados Unidos siempre han dado la bienvenida a sus aulas a los centenares de menores centroamericanos que ingresan al país como indocumentados y que esperan que un juez de inmigración les permita quedarse.

 

En sus primeras horas en los centros educativos, los menores inmigrantes reciben orientación sobre sus derechos y en muchos casos también las vacunas correspondientes, atención médica y psicológica, e inclusive los útiles escolares y los almuerzos.

 

José y Eber Hernández, de 10 y 16 años, respectivamente, forman parte de esta oleada de nuevos alumnos que sólo hablan español y que tienen derecho a asistir a la escuela pública, independientemente de su estatus migratorio, tal y como lo establece la ley federal.

 

Los hermanos, oriundos de San Pedro Sula (Honduras) llegaron junto a su madre al sur de California hace un mes, huyendo de las amenazas y las torturas de las pandillas.

 

Eber, que ya está inscrito en la escuela y asegura que no tiene miedo al reto de aprender inglés, dijo a Efe que su sueño es ser “abogado”, que es lo que su madre siempre quiso para él.

 

John Deasy, el Superintendente del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), aseguró que la ciudad ha sido el primer hogar de muchas familias inmigrantes y que los al menos mil estudiantes nuevos provenientes de Centroamérica son recibidos con los brazos abiertos para este curso 2014-2015.

 

Como en Los Ángeles, otros distritos del país también han registrado un aumento de estos jóvenes inmigrantes tras la avalancha de 60 mil menores centroamericanos que atravesaron solos la frontera sur del país desde octubre de 2013 huyendo de la violencia en sus países.

 

Pero no solo son las escuelas públicas las que están abriendo sus puertas a los niños centroamericanos, algunos centros privados han acogido a algunos menores.

 

Para el sacerdote Nicolás Sánchez, párroco de la escuela y de la comunidad, donde 98% de sus integrantes son inmigrantes hispanos, lo más importante es ayudar a estos niños a integrarse en un país que inicialmente los rechaza.

 

Pero en esta historia no todos están contentos y con los brazos abiertos, los manifestantes que se opusieron a la llegada de inmigrantes a Murrieta (California), argumentaron que “no era correcto” que se financie la educación de estos niños con el dinero del contribuyente estadunidense, dijo Julio Girón, vocero de California Fire Coalition.

 

Girón y su organización propone exigirle a los gobiernos centroamericanos que paguen por lo menos 80% de la educación de estos niños.

 

Activistas y defensores de los inmigrantes han expresado su rechazo a que se vea a los menores y su educación como una carga económica.

 

Mientras el tira y afloja político continúa, José y Maryori comienzan su quinto grado y Eber el noveno. Y lo hacen llenos de ilusión y buenos propósitos, como aprender inglés y tener altas calificaciones para poder ingresar a la universidad.