Con 45 años, una belleza incontestable y de la mano de uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, Melania Trump ha irrumpido con fuerza en el escenario político estadounidense. Su camino hacia la Casa Blanca, dando apoyo a su esposo, está complicado, pero en el juego de la política todo puede suceder y podría convertirse en la anfitriona de la residencia presidencial norteamericana.

 

Exmodelo y arquitecta

 

La exmodelo, 24 años menor que su esposo, con el nombre de soltera de Melania Knauss, nació en 1970 en la localidad de Sevnica, actual Eslovenia y por aquel entonces perteneciente a Yugoslavia.

 

Eslovenia es un país centroeuropeo ubicado al este de Italia, con quien hace frontera, al igual que con Croacia y Austria. Precisamente de este último estado son originarios los padres de Melania. Su madre nació allí y la familia de su progenitor también es austriaca.

 

En su infancia, la esposa de Trump vivía con la familia. El padre, Viktor, regentaba un concesionario de autos y motos en una localidad próxima a su domicilio, y su madre, Amalija, era diseñadora de moda.

 

Precisamente por la influencia de ésta y sus dotes de belleza y elegancia innegables, a los 16 años encaminó sus pasos hacia el modelaje, pero sin dejar atrás sus capacidades intelectuales, ya que se inscribió, terminándolo con éxito, en un grado de Arquitectura en una de las principales universidades de Eslovenia, la de Ljubljana, donde también estudió diseño.

 

Su éxito en las pasarelas fue notable y recibió un contrato con una agencia de Milán a los 18 años. En estos años trabajó con prestigiosos fotógrafos, como Mario Testino o Helmut Newton, y apareció en la portada de numerosas revistas de moda, como Vogue, Elle, 2000 Sports Illustrated Swimsui Issue o Harpers Bazaar, entre otras, permaneciendo ligada a esta profesión hasta los treinta años, coincidiendo cuando conoció a su marido, el multimillonario Donald Trump.

 

Cinco años de noviazgo

 

Fue en el año 2000 donde se le vio públicamente por primera vez con Trump en un acto de campaña del Partido Reformista que dio pie a la idea de que estaban saliendo juntos. Mantuvieron un noviazgo de cinco años. Se comprometieron en 2004 y, en enero de 2005, se dieron el sí quiero.

 

“Llevo ocho años en Nueva York y me encanta la energía de esta ciudad, su diversidad y también su belleza. Aquí he encontrado el amor, ya que Donald y yo compartimos nuestra vida, y estoy deseando casarme. Aquí me siento como en casa y es aquí donde quiero construir mi vida”, comentaba Melania a la revista ¡Hola!, unos meses antes de contraer matrimonio.

 

La boda supuso el tercer enlace matrimonial para el magnate inmobiliario, quien se había casado por primera vez con Ivana Zelnicková, en 1977, con quien tuvo tres hijos: Donald, Jr. (1977), Ivanka (1981), y Eric (1984), de quién se divorció en 1992. La segunda esposa de Trump fue Marla Maples, con quien contrajo nupcias en 1993 y que le dio una hija, Tiffany (1993), y de quien se divorció el 8 de junio de 1999.

 

El 22 de enero de 2005 se celebró el enlace en Palm Beach, en Florida y fue considerada la boda del año. El joyero Graff de Londres realizó el anillo de pedida –valorado en un millón de dólares- y entre los invitados estuvieron Britney Spears y Catherine Zeta-Jones. Donald Jr. y Eric, de 21, los dos hijos de Ivana, fueron los padrinos de boda. Una curiosidad fue que la novia, rompiendo la tradición, posó para la revista Vogue con el vestido nupcial, antes de la ceremonia. Un traje de Dior que costó 200.000 dólares.

 

Ambos tienen fuerte personalidad

 

De esta unión, Melania ha tenido un hijo, el quinto para el empresario y político neoyorquino de 69 años, a quien pusieron de nombre Barron William, que nació en 2006, aunque no han descartado ampliar la familia.

 

Sobre la relación con un marido bastante mayor que ella y de fuerte personalidad, la esposa de Trump comentaba antes de la boda a ¡Hola!: “El hecho de que tenga- Donald- una personalidad fuerte nunca ha supuesto un problema, porque yo también la tengo. Somos iguales en nuestra relación porque es muy equilibrada. Creo que para tener una relación sólida debe haber química, ser buenos amigos y apoyarse el uno al otro. Es necesario ser compatibles, compartir los mismos intereses y objetivos”.

 

Y vaya si tienen intereses comunes. Ella es una gran atracción para los medios de comunicación, tiene una línea de joyas, Melania Timepieces y otra de cosméticos, popularidad que, en cierta medida, favorece el camino que ha iniciado su marido en la carrera hacia la Casa Blanca, y él ayuda a Melania en su faceta de vendedora de joyas promocionando los cristales Radarska –similares a a los Swarovski- siempre que existe alguna promoción. Lo que se entiende como un matrimonio bien avenido.

 

Y, sobre todo, Melania tiene un trabajo voluntario que le encanta: cuidar de su hijo, a quien llama el “pequeño Donald” y por quien ajusta horarios y tareas y también los continuos viajes entre sus mansiones de Nueva York –cerca de Central Park- y Palm Beach en La Florida.

 

Mujer en cierta medida espartana, se ajusta a una dieta estricta y se considera una gran amante de las ensaladas. El objetivo es la salud pero, ahora, más que nunca, debe guardar la imagen -por ejemplo la Cruz Roja Americana le otorgó hace unos años el título de Embajadora de Buena Voluntad-, y la línea.

 

Aunque la carrera sea difícil y compleja, no olvidemos que se podría convertir en la nueva Primera Dama de los Estados Unidos. Precisamente, en declaraciones al New York Times hace unos años sobre la pregunta de qué papel desempeñaría en el hipotético caso de llegar a convertirse Trump en presidente, decía: “Sería una mujer muy tradicional. Similar a Betty Ford o Jackie Kennedy. Yo le apoyaría mucho”.

 

jram