Han pasado cuatro años desde que decidí dejar el Partido Acción Nacional. Participé en él a lo largo de 18 años, a veces más activo, otras menos. Hay cosas en el PAN que miro con afecto, otras con desprecio. La distancia me hace valorar procesos entusiastas de la militancia que lamentablemente no corresponden con actitudes de las élites. La elección que se llevará a cabo el 18 de mayo es un claro ejemplo de esta utilización de la militancia por las dirigencias.

 

Este año, en septiembre, el PAN cumplirá 75 años de haber sido fundado y el próximo domingo elegirá, al parecer, a Gustavo Madero como dirigente nacional, luego de una campaña sucia y larga que nada ayuda a este partido a su recuperación. Lo que crezcan el año próximo en las elecciones federales, seguro se deberá más a la falta de resultados del gobierno priista que a méritos propios.

 

No puedo saber si Madero o Ernesto Cordero son honestos, sin embargo a la distancia se nota que ambos están rodeados de intereses deshonestos. Las bolas de lodo que se han lanzado mutuamente los han manchado. Uno representa la corrupción que se ha enquistado entre diputados, senadores y presidentes municipales emanados del PAN, el otro representa la corrupción e ineptitud del calderonismo. Ambos ejemplifican el atolladero en que vive Acción Nacional y que sólo con el tiempo saldrán de él.

 

Tanto en elecciones de dirigente como de candidatos, se percibe una inclinación de militantes y consejeros hacia “la cargada”. Los indecisos se definen por una tendencia: el que aventaje en la percepción de que puede ganar, atrae a los que no han decidido. Si menciono la alta probabilidad de que gane Gustavo Madero es porque se ve como ganador y por tanto tenderá a atraer a indecisos.

 

Los que se quedan con el perdedor es porque sus condiciones de grupo les obligan: conservadores y calderonistas irán con Cordero. Al final harán las paces, habrá corderistas en el comité de Madero, el PAN mostrará una aparente unidad por unos meses hasta que llegue el momento de elegir candidatos en 2015. No obstante, durante los últimos tres meses sólo hemos visto razones para no votar por Acción Nacional.

 

Lo que sucede en el PAN no es muy distinto de lo que se vive en otros partidos. El Partido de la Revolución Democrática tendrá también su elección de dirigente en unos meses y ya hoy se percibe el mismo aroma escatológico del PAN. El declive de la credibilidad del sistema de partidos no tiene reversa. El problema es que a este sistema de partidos corresponde crear las candidaturas ciudadanas. Lo harán mal y de malas.

 

En el caso del PAN percibo que la recuperación de su discurso tardará muchos años más. Tengo la impresión de que ante la pérdida del poder, el panismo sólo podrá recuperarse cuando vuelva a generar experiencia legislativa. Por ejemplo, en la actual Asamblea Legislativa del Distrito Federal, sólo el coordinador Federico Döring había sido legislador anteriormente. La llegada de legisladores inexpertos es también causa de la crisis interna y de la tendencia a la corrupción.

 

El pleito por la dirigencia del PAN pasa por quiénes obtendrán esa experiencia legislativa que comento. La dirigencia influirá en quiénes serán candidatos el próximo año. Seguramente avanzará poco en democratizar procesos de selección de candidatos, lo cual será motivo de nuevas rebatingas. Acción Nacional seguirá encerrado en sus problemas al menos un trienio más.

 

Ni Madero, ni Cordero representan liderazgos que trasciendan a la crisis que enfrenta su partido. Su mira mediocre se fija sólo en los tiempos electorales inmediatos, ni soñar que proyecten al partido a tres años, mucho menos que imaginen su centenario. Mientras ese salto adelante en el liderazgo de partido no ocurra, el PAN o los demás partidos seguirán dando espectáculos deprimentes a la ciudadanía y ésta seguirá mostrando su hartazgo por la vía que pueda: abstención, candidaturas ciudadanas y apatía.

 

Lo mejor, de momento, será que el tiempo pase rápido.