No se equivoca José Antonio Meade en redimensionar las relaciones de México a partir de la transición global: Asia-Pacífico  recobrará su posición central en la economía, un escenario similar al anterior a 1820.

Las clases medias se desdoblan en la correlación positiva con el consumo: en 2009 26% del consumo de la clase media global se concentró en América del Norte, en el 2030 descenderá a 10%. El trasvase es claro, el consumo gira a Asia-Pacífico. En 2009, 23% del consumo de la clase media global se concentraba en esta región, 21 años después crecerá hasta llegar a cooptar 59% (PwC y EsadeGeo, informe “España en el mundo 2033”). ¿Insistimos en regodearnos con el viejo paradigma de ideologizar las relaciones internacionales como lo exigía la atmósfera de la Guerra Fría?

 

No es optativa la necesidad de atender los requerimientos que surgen del eje central de la reconfiguración del mundo, como tampoco es optativo que una visión economicista como la de Meade sea la que se encargue de proyectar el modelo de México en el mundo. Ambos juicios son imperativos. Meade lleva más de un año restableciendo puentes y esbozando la nueva arquitectura con miras hacia Asia-Pacífico.

 

El mensaje es claro, después del 2020 el poder estará menos concentrado en los países desarrollados de Occidente, es decir, jugaremos un partido sin árbitro marcado por la diversidad de los jugadores. ¿Mundo apolar y con soberanías compartidas? Así es. Algo más, en los próximos años el poder no sólo se desplazará horizontalmente (de Oeste a Este) sino también de forma vertical (de Estados hacia actores no estatales).

 

Hoy, las amenazas y retos ya son globales: efectos financieros, evasión fiscal, crimen organizado, calentamiento del planeta, pandemias, acuerdos comerciales, actividades lúdicas, comunicación, entre un largo etcétera. Las lecciones de Fukushima superaron en nivel de globalidad a la de Chernóbil a pesar de que en ambos casos los efectos concatenaron al mundo; los planes de rutas comerciales de los narcotraficantes Caro Quintero y Joaquín Guzmán fueron internacionales pero la logística global actual proyectó al segundo a muchos más países. En sectores lúdicos como el del futbol, el rating televisivo de eventos locales disminuye a costa de eventos internacionales. Por ejemplo, un partido de la Champions, en el siglo pasado no representaba una amenaza a un Necaxa-León o Guadalajara-América, hoy, sí existe un trasvase de teleaudiencia a un Barcelona-Bayer o, inclusive a un partido de una liga no mexicana como puede ser Real Madrid-Barcelona.

 

La primera reacción del etnocéntrico es negar lo anterior. Por ejemplo, la Federación Mexicana de Futbol gestiona a la liga de primera división como si México viviera en época de sustitución de importaciones, de ahí la mediocridad.

 

El surgimiento de bloques comerciales con dominantes componentes económicos y no políticos es la mejor manera de preparar a México hacia el 2020. De ahí la atinada estrategia de Meade al esbozar un México encaminado en dos grandes escenarios comerciales: Alianza del Pacífico y, por supuesto, el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico (TPP). Mientras que las proyecciones chavistas naufragan en el interminable océano de la retórica, las proyecciones comerciales posteriores al 2020 apuntan a la desideologización de los bloques comerciales. Países como Chile, Perú, Colombia, México, Panamá y Costa Rica se convertirán, dentro de América Latina, en una de las correas de transmisión estratégicas dentro del TPP, es decir, la Alianza del Pacífico será uno de los nodos del TPP torales para su funcionamiento.

 

Las externalidades positivas de campos innovadores como el de las nuevas tecnologías saltan al terreno de las relaciones internacionales con rostro de diplomacia pública. Por ejemplo, las redes sociales se convierten en plataformas en tiempo real para comunicar las actividades que realiza México en el exterior. Uno de los paradigmas a vencer es la asociación que, de manera increíble todavía hoy, algunos de los llamados líderes de opinión realizan: “actividades de políticos en el exterior es una pérdida de recursos económicos y políticos”. Nada más equivocado.

 

Llegó el momento del desmontaje de un conglomerado de paradigmas que se establecieron sobre la relación de México con el mundo. El progresismo de los bloques comerciales apunta hacia una desideologización de las relaciones, intentar regresar a la Guerra Fría tiene un costo elevado, de ahí la importancia de modelos como el de la Alianza del Pacífico, primera generación de lo que será el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico.