“Éramos muchos y parió la abuela”, bien podría recitarse ante las puertas de la FIFA: como si lo que sobrara en el calendario futbolístico anual fueran días, un nuevo torneo de Selecciones ha sido agregado al saturadísimo año. El certamen se disputará en China en la primera quincena de cada año y pretende incluir a representativos de hasta ocho países.

 

¿Qué hay de fondo? Lo único que, como los días de la agenda, nunca será suficiente: dinero.

 

A raíz de los escándalos recientes de corrupción, algunos patrocinadores muy importantes dejaron a la FIFA. Eso fue aprovechado por inversionistas chinos que deseaban, a como diera lugar, meterse a la primera línea del organismo, compuesta por ocho sponsors de élite. El presidente de la poderosa Wanda explicaba: “Probablemente hace dos o tres años, compañías chinas o asiáticas no habrían tenido oportunidad de patrocinar a la FIFA, por mucho que hubiesen querido. Pero como algunas empresas occidentales se salieron, pudimos tomar ese sitio”. Al tiempo, aseguraba que más conglomerados de su país pronto se integrarán.

 

Más allá de que esto obedece a un tema que ya he tocado varias veces (la prioridad que los millonarios chinos están dando al futbol, consecuencia directa de la obsesión del líder Xi Jinping por convertir a China en potencia de este deporte), vale la pena retomar los orígenes de los dos torneos de más reciente instauración por parte de la FIFA: el Mundial de Clubes y la Copa Confederaciones.

 

En el caso del primero, tomó fuerza de la mano del interés japonés por el futbol. Una vez que los gigantes nipones decidieron poner dinero y los equipos entendieron la conveniencia de abrir mercado en ese archipiélago del Lejano Oriente, fue cuestión de esperar a que la FIFA lo tomara bajo su abrigo y le hiciera cupo a empujones (finales de diciembre, generando un boquete en los torneos europeos e incluso en la Liguilla mexicana).

 

Con el segundo, todo empezó con el capital árabe. El rey saudita invitaba a jugar a principios de los noventa a los campeones de cada confederación, hasta que su invento fue acaparado por la FIFA y desplazado hacia el país sede de cada Mundial como simulacro un año antes.

 

Así que los yenes nos trajeron el Mundial de Clubes, los petrodólares, la Copa Confederaciones y ahora los yuanes se ocupan de producir un torneo poco claro, pero llamado China Cup, comprometido a incluir cuadros de primera y con reconocimiento formal por parte de la FIFA. ¿Cómo se configurarán las Selecciones?, ¿qué club estará dispuesto a ceder en ese momento a sus cracks? ¿Qué pasará con las ya muy inoportunas Copas de África y Asia que suelen disputarse precisamente en enero?

 

Pero, sobre todo, ¿qué piernas estelares resistirán? Porque es una realidad que los futbolistas llegan fundidos a cada cierre de temporada y, por consiguiente, a cada Mundial. Si seguimos congestionando su actividad, será inevitable a costa de su brillantez.

 

En el calendario del futbol ya eran muchísimos partidos y, del sitio menos esperado, han brotado más. Para efectos del refrán, ha parido la abuela y, conforme haya necesidad de elevar ganancias, más abuelas parirán. Eso antes que escatimar en ingresos.

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