No hace muchos meses, el presidente Ricardo Martinelli y la selección de futbol panameña saboreaban sus respectivos triunfos hasta que un golpe de amargura se les presentó en su camino. José Domingo Arias tuvo el encargo caciquil de convertirse en el ornamento sucesorio del propio Martinelli en la presidencia del gobierno de Panamá. Para que no hubiera duda alguna, Marta Linares, la esposa de Martinelli se convertiría en la vicepresidenta de la república. Hacia finales de abril pasado todo el mapa demoscópico estaba a favor de la reelección ornamental de Martinelli hasta que un mensaje caló en la mente de los electores. Sí, las encuestas fallaron y los mariachis callaron. Juan Carlos Varela, el otrora vicepresidente de Martinelli fundó su agrupación, Partido Panameñista, para ganar las elecciones presidenciales del pasado mayo. En efecto, las encuestas le daban un lejano tercer sitio, detrás de Cambio Democrático (el de Martinelli y familia) y del Partido Revolucionario Democrático (el que apoyó a la dictadura del general Manuel Noriega).

Sobre la eliminación de la selección de Panamá a pies de los estadunidenses durante el torneo clasificatorio del Mundial Brasil 2014, México también estuvo a punto, pero por un montón de decenas de segundos. Aron Johannson al minuto 91 y Graham Zusi en el 92, la hicieron de niños héroes mexicanos pues a pesar de la derrota de México frente a los ticos, la selección del motivador telenovelero Piojo, clasificó.

Desde México sabemos que Panamá es el país más dinámico de Centroamérica; puente natural, pero sobre todo, estratégico, entre Suramérica y la región vecina de México. El 5% del comercio global cruza el Canal, la única vena abierta en el continente americano. Sin embargo, el comercio entre Panamá y México es inferior al de países como Nicaragua.

El comercio total de México con Centroamérica el año pasado fue de 10 mil 772 millones de dólares. De los siete países continentales, Panamá ocupó el cuarto sitio (mil 60 millones), lejos de Costa Rica (cuatro mil 151 millones), Guatemala (dos mil 261 millones) y Nicaragua (mil 407 millones).

Resulta inexplicable que el Tratado de Libre Comercio tardara 15 años en concretarse. Demasiados asuntos políticos se atravesaron en últimas fechas para que el entonces presidente Martinelli reactivara la negociación con México.

Comparativamente, el comercio de México con los siete países centroamericanos equivale al que tiene con España (11 mil millones de dólares) o Brasil (más de nueve mil millones de dólares).

Martinelli arrancó las negociaciones del TLC con México en tercera velocidad pero cerró en quinta. Fueron dos motivos los que le obligaron a hacerlo: Nicolás Maduro y la Alianza del Pacífico. Dos caras de la misma moneda. El difunto eje chavista cercó la amplitud progresista de países como Chile, Colombia, Perú y por supuesto de los centroamericanos Costa Rica y Panamá. El mejor antídoto anti populista es el modelo de integración como el de la Alianza del Pacífico.

Martinelli cayó en las trampas maniqueas de Nicolás Maduro, tal vez, porque su rasgo de outsider propició que lo desesperara Maduro. El venezolano rompió relaciones con Panamá por considerarlo amigo de Estados Unidos. Con presuntuosa ignorancia, Maduro no fue capaz de solicitar a un asesor que leyera los archivos de WikiLeaks, en los que diplomáticos de Washington en Caracas, esbozaron un perfil de Martinelli sumamente preocupante: “Posible amenaza para el Estado de Derecho”.

Martinelli no pudo consolidar su éxito económico por motivos políticos; la corrupción y sus vínculos con un empresario italiano que intentó extorsionar a Berlusconi, fueron las armas de su otrora amigo: Juan Carlos Varela.

La buena noticia para la Alianza del Pacífico es que Costa Rica y Panamá ingresarán muy pronto. Esperemos que Varela no desaproveche la oportunidad.

Sobre él preocupan dos aspectos, su alianza ex profeso con el PRD en la Asamblea debido a la mayoría relativa del Cambio Democrático y su primer decreto: congelar el precio de 22 productos de la canasta básica durante los próximos seis meses dejando fisuras por las que la especulación se puede colar.

Entiendo que la estrategia de Varela fue correr hacia el centro para lograr el milagro de la victoria. Así lo hizo Panamá en el juego eliminatorio frente a Estados Unidos, sin embrago, ya conocimos el resultado. Ojalá que por el bien de los 3.6 millones de panameños, Varela camine por buen sendero. Lo primero que tendrá que evitar es vengarse de Martinelli. Para ello está el poder Judicial.

La amnistía a 200 pandillas y la construcción de cinco mil viviendas en ciudad Colón, así como la de dos líneas del Metro, son tres buenas señales que envía Varela a tan sólo pocas horas de haber asumido la presidencia.