Los ecos de mi libro publicado en México: “Alas de Maguey. La lucha de Eufrosina Cruz Mendoza”, acerca de la libertad política de la mujer indígena mexicana, llegaron hasta Marruecos, concretamente hasta Rabat. Se celebraba allí el Congreso: “La guerra del Takfir contra el pensamiento”, acerca de los asesinados políticos y aunque pudiera parecer lejana la comparación, en ambos casos la defensa de un pensamiento individual y colectivo, provoca un tsunami de consecuencias irreversibles. Recibí con agradecimiento la invitación a escuchar este complejo debate.

 

Desde hace años guardo una estrecha relación con nuestro país vecino: Son innumerables las ocasiones que me he sumergido en esa otra maravillosa lejanía que proporciona el norte de África. Marruecos es un país que ha evolucionado mucho y me gusta observar en cada viaje, como ciudades como Marrakech o Casablanca, son el fértil terreno para que la juventud marroquí más cosmopolita, de a conocer su talento. En Rabat pude tomar el pulso a otras realidades, menos gratas y sofisticadas pero de gran repercusión mediática, reflejo de todo el trabajo pendiente en el campo de los Derechos Humanos.

 

La recién creada Fundación “Ait Ljid Benaissa”, es un homenaje a la memoria del estudiante del mismo nombre, militante de la Unión de Estudiantes de Marruecos, de la Universidad de Oujda, quién fue asesinado en 1993. El 25 de febrero de ese año, el activista y estudiante de políticas fue violentamente golpeado hasta su fallecimiento. Según fuentes de dicha Fundación, uno de los sospechosos es un diputado del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), el actual gobierno marroquí. Los familiares reclaman una investigación judicial para aclarar la responsabilidad criminal de este asesinato, hasta ahora no resuelta.

 

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FOTO: David Maroto

 

En los manuales de buenos modales, siempre se ha dicho que es fea costumbre hablar de religión y política. En este debate para complicar los niveles de respeto y tolerancia entre los asistentes, el riesgo fue doble ya que esos fueron los ejes del debate. Las creencias religiosas, como la condición sexual pertenece al terreno intimo de cada uno y cuando se expone al público tratando además de convencer al resto, de que su opción es la idónea, llueven los problemas, por la falta de respeto y la prepotencia de un único pensamiento. Si una persona que está en el poder, trata de regular las leyes bajo el filtro de sus razones morales y religiosas, es inevitable la confrontación de la sociedad, que convive con diferentes pensamientos. En España vivimos algo parecido con la “Ley Gallardón”, endureciendo una ley del aborto, que después tuvieron que retirar, por falta de consenso. Pareciese que su creencia religiosa fuese el principal argumento de su reforma.

 

La violencia de la religión fue el principal eje de discusión. Sociólogos, activistas, periodistas, familiares y victimas de asesinados políticos, hablaron de las dos facetas que conviven en la religión: La positiva y la negativa. Un simpático traductor me explicaba lo que acontecía en el Congreso, hablado en su totalidad en árabe y la conclusión no parecía tan lejana para el entendimiento europeo. La religión que sirve como bastón moral para que la incertidumbre de la existencia sea más grata y esperanzadora, deja de ser útil cuando a través de ella se justifica el poder de dar o quitar la vida de la humanidad entera.

 

Culturas que comparten la misma religión, desde puntos de vista antagónicos, por la intensidad de sus pensamientos. Lo que los expertos reclamaban es que las decisiones políticas deberían ser objetivas, mirando que es lo mejor para el ciudadano y no deberían ser filtradas por el sentimiento de la religión, porque entonces se vuelven personales y pierden su carácter útil y solidario.

 

Ese fue el principal hilo conductor del evento: las diferencias entre religiones y política. No se puede comprender ni justificar lo que pasa por la cabeza de alguien que asesina por temas políticos, sin embargo tras escuchar y hablar con los allí presentes, comprendí que la extrema ideología les nubla la razón y solo pueden enfocarse en el objetivo a conseguir, a eso se referían con la religión vista desde su punto de vista negativo.

 

Takfir en la ley islámica se refiere a la práctica de declarar a un musulmán como un infiel y no creyente. Basan su visión en una percepción individualista de la religión, por lo que un yihadista movilizado ideológicamente en el takfir puede hacer un uso anárquico de la yihad y la violencia para ejecutar lo que él considera la ley de Allah.

 

Desde estas líneas lanzo todo mi respeto a la recién inaugurada Fundación “Ait Ljid Benaissa”, que más allá de los temas políticos, honra la memoria de una persona asesinada y lucha para que estos crímenes no queden impunes. En México, en Marruecos o en cualquier parte del mundo, la lucha por hacer valer la justicia es digna de mención.