En una mochila cabe todo. Eso fue lo que sentí este verano en unas vacaciones con una mochila a cuestas. El calor acompañaba a este sencillo pensamiento: Unos shorts, unos bikinis y unas chanclas, poco más se necesita para ser feliz.

 

En la vida nacemos con la ligereza de una mochila vacía que cargamos año tras año, de manera automática: Objetos emocionales, cargas materiales que colocamos sobre nuestros hombros con orgullo y terquedad, construyendo así unas pesadas mochilas que recuerdan las de los niños quienes de camino a la escuela, sonríen con esas mochilas que son siempre más grandes que sus menudos cuerpos.

 

 

Estrenamos curso en Europa conviviendo con situaciones reales muy graves y que merecen toda la solidaridad y atención. Europa enfrenta la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 350.000 personas han atravesado el Mediterráneo este año para tratar de llegar a Europa, según las cifras de las Organización Internacional para las Migraciones (OIM). 2.643 personas han muerto en el mar en su intento por llegar a la costa europea.

 

Los refugiados son el ejemplo de quienes de manera forzada estrenan una nueva vida y se ven forzados a caminar, con una pesada mochila de sufrimiento y desesperación a sus espaldas, y otra más ligera de esperanza y determinación. La alegría que sienten al llegar a un destino en el que empezar una nueva vida es mayúscula. Así lo expresaba el sirio de 23 años, Alyounes Oubaida, quién exclamó con gratitud en Alemania, su país de acogida ante los medios de comunicación: “Ahora quiero estudiar para ser electricista, y ser alemán, claro”

 

No todos los niños pueden volver a la escuela en este comienzo de curso escolar. La fotografía de Alan Kurdi , el niño de 3 años ahogado frente a la costa de Turquía, ha conmovido al mundo y su fallecimiento ha sido el detonante para crear conciencia sobre la situación de los migrantes sirios. Junto al pequeño fallecieron también su hermano Galip, de 5 años y su madre, Rehan. Huían de Siria, su objetivo era llegar a Canadá donde le esperaban unos familiares.

 

Aprovechemos el nuevo curso para aligerar las mochilas y caminar con ilusión y agradecimiento, como los refugiados que dan una lección de coraje y gratitud, ante las vidas que estrenan de manera forzada. Quizás no quepa todo en una mochila viajera con unos bikinis y unas chanclas, pero a la felicidad le gusta la ligereza.