Entre todos los países que han contendido por organizar un Mundial, ninguno más frustrado y derrotado que Marruecos. Nada menos, en cuatro de las pasadas seis ediciones buscó la sede, con tan adverso resultado que sólo para 2010 tuvo posibilidades reales.

 

Entonces, votación efectuada en 2004, sucedieron dos cosas: la primera, que la FIFA se sentía obligada a elegir a Sudáfrica luego del turbio proceso que derivó en que Alemania la despojara del certamen de 2006 (en la última ronda, el delegado de Oceanía ignoró lo decidido en su confederación y se abstuvo, dando el triunfo a los germanos); la segunda, que la candidatura marroquí creció a grados inesperados, en parte como recompensa desde algunos países por haber apoyado a Estados Unidos en su llamada “Guerra contra el Terror” (sin recato, el embajador estadounidense en Marruecos admitía ese respaldo).

 

Más tarde, medios británicos especulaban que Marruecos había ganado, pero que la FIFA adulteró los comicios (algo con poco sustento), al tiempo que ha sido tema recurrente que Sudáfrica incurrió en sobornos para evitar que se repitiera la sorpresa de cuatro años antes con Alemania.

 

Como sea, Marruecos es el eterno aspirante y ha basado sus candidaturas en un hecho: cercanía geográfica respecto a Europa, facilidad de traslado desde el norte del Mediterráneo, menor choque cultural para el aficionado Occidental. En el papel suele clamar su condición de puente entre continentes, culturas, idiomas, religiones, lo cual suena bastante romántico y apegado a lo que a la FIFA le gusta escuchar; sin embargo, en la práctica se suele presentar como casi-europeo y recuerda a los delegados de Europa que por mucho tiempo (33 años) no formó parte de la Unión Africana.

 

Lo anterior ha propiciado que aglutine más votos fuera de su hemisferio que al interior, con el común de los países subsaharianos poco identificados con sus campañas. Para colmo, apenas un par de años atrás, renunció a albergar la Copa África a dos meses de su inauguración, alegando que la epidemia de ébola obligaba a una posposición. Guinea Ecuatorial y su dictador Teodoro Obiang entraron al quite, aunque quedó un evidente malestar del continente con las autoridades marroquíes: siempre luchando por tener la Copa del Mundo, incluso anfitrión de dos recientes Mundiales de Clubes, y poco interesado en comenzar por esa competición que sólo recibió en 1988.

 

Luce muy complicado que Marruecos logre frenar a la candidatura norteamericana. Tras asegurar patrocinios en el Golfo Pérsico en 2022, con Qatar, y confirmado que el sueño de ir a China tiene que esperar por el esquema de rotación, nada más apetecible para la FIFA que viajar a Estados Unidos en 2026. Así intentará volver a seducir a las grandes marcas estadounidenses, al tiempo que continúa puliendo ese diamante en bruto que es el futbol en la Unión Americana. ¿México y Canadá? Sin engañarnos: teniendo lo que EUA quiera y sin margen para negociar.

 

Para mí, la mejor solución: una generación de mexicanos disfrutará de un Mundial en casa sin que eso implique hipotecar la economía del país y sin construir lo que jamás se volverá a utilizar.

 

Respecto a Marruecos, desde Zúrich brotan los peores augurios: el sueño de la familia real Alauí, ese intento tan reiterado desde los ochenta, seguirá pospuesto. Por si faltaran argumentos en contra: la gran baza de ser la primera sede musulmana se la arrebató Qatar.

 

Twitter/albertolati

 

caem

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