El domingo 1 de septiembre será crucial. Los maestros de la CNTE -Sección 22 de Oaxaca y 18 de Michoacán- siguen montados en su macho y quieren mantenerse en el DF a pesar de la repulsa generalizada porque tienen sitiada a la capital del país. Dicen que no los tomaron en cuenta para redactar la reforma educativa y mucho menos sus leyes secundarias. Y no las quieren.

 

El gobierno federal y el local también han sitiado a la ciudad para blindar el inicio de sesiones del Congreso y para cuidar la ceremonia del Informe presidencial. Los capitalinos, azorados, se fastidian y esperan el desenlace de la lucha de fuerzas; y toman partido, por enojo, en contra de los maestros que no les dejan hacer su vida ya de por sí complicada en apenas mil 498 kilómetros cuadrados, 10 millones de habitantes y otros 10 que se acumulan cada día llegados de otros estados.

 

Los maestros de la CNTE se empeñan en que ellos tienen la razón y no quieren ser evaluados ni calificados ni profesionalizados para su tarea magisterial; el presidente Enrique Peña Nieto dice que con todo y todo la reforma educativa va. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dice que “hay límites para la tolerancia”; la Comisión de Derechos Humanos del DF (Luis González Plascencia) avaló el uso de la fuerza pública porque “el conflicto magisterial no puede ni debe exceder los límites de la legalidad”. Héctor Serrano, secretario de Gobierno del DF, dice que podrían usar la fuerza pública si se atenta contra la integridad de los habitantes de la capital del país. Todo en un jarrito.

 

Mientras, el movimiento magisterial crece porque ya está infiltrado por grupos extremos.

 

Como fondo de escenario: Los maestros oaxaqueños han recibido el apoyo -de grado o por fuerza- del gobierno de Oaxaca. Recibieron recursos por anticipado a sabiendas de que los utilizarían para llegar al DF; se les apoya desde el gobierno de aquella entidad y utilizan una casa del gobierno de Oaxaca en el DF, según aceptó el gobernador del estado, Gabino Cué, quien acostumbra a jugar dobles cartas, como cuando apoyó el triunfo del priista Javier Villacaña para alcalde de la capital del estado, siendo él gobernador por el PAN-PRD.

 

Y junto a la exasperación de los líderes de la CNTE y junto a la exasperación de los gobiernos federal y local, que por su debilidad han llevado a la ingobernabilidad, y junto al enojo de millones de capitalinos fastidiados por la parálisis del DF, un nuevo factor de desestabilización está a la vista:

 

Alerta: El movimiento “magisterial” está a punto de salírsele de las manos a los líderes de la CNTE; está infiltrado por grupos extremos: sin capucha pero sí muy violentos y con ganas de entrar en una lucha cuerpo a cuerpo con el gobierno. Quieren la desestabilización del país y no por el lado izquierdo.

 

El movimiento magisterial se encuentra dividido. Saben que pueden perder el control de la situación. Ya lo han discutido a discreción sus líderes Rubén Núñez, de Oaxaca, y Juan José Ortega, de Michoacán. También lo saben los maestros de a pie. Entre ellos lo comentan. Y lo repiten casi en murmullo.

 

Los dirigentes de la CNTE se dejan llevar por el vértigo de lo que suponen éxitos de su movilización al tocar el punto central del sistema político mexicano: la debilidad y la falta de capacidad política de todos, o casi todos, los que viven de la política en México.

 

Y aunque hay mesas de diálogo, también hay una lucha interna entre los maestros dialogantes y los beligerantes, azuzados éstos por los infiltrados. Saben que el diálogo y los acuerdos no convienen porque quieren el enfrentamiento y el predominio.

 

Los maestros y trabajadores de la CNTE se creen triunfantes en un movimiento que nada tiene de socialista y ni siquiera de reivindicación social, como presumen.

 

¿Triunfantes? ¿Lo son? ¿Lo son a ojos del resto de los mexicanos? ¿Lo son a ojos de todos dentro y fuera del país porque quieren internacionalizar su movimiento? ¿Lo son a ojos de sus alumnos? ¿Deveras Oaxaca es el estado mejor educado del país? ¿Michoacán? ¿Chiapas? ¿Guerrero?

 

El domingo 1 de septiembre será crucial. Cuando éste ocurra y probablemente se haya aprobado la Ley General del Servicio Profesional Docente, el gobierno mexicano apretará los dientes porque no conviene la turbulencia en torno a la fecha presidencial… ¿Y luego?