Poco a poco, el Gobierno federal ha ido cerrando la pinza en torno al ex director general de Pemex, Emilio Lozoya Austin.

 

El lunes pasado, en una columna de un diario capitalino, se dio cuenta de la estadía de Lozoya en un hotel de Madrid.

 

No se dijo con quién se había reunido y mucho menos el tema, pero la filtración tuvo la finalidad de hacerle saber al funcionario que lo están vigilando.

 

Ayer el fiscal de la Fepade, el que combate los delitos electorales, Santiago Nieto, reveló que Lozoya le había enviado una carta pidiéndole que los desmarcara del caso Odebrecht y que le ofreciera una disculpa pública.

 

Si Nieto estaba en posesión de esa información, que se supone forma parte de una investigación para saber si los sobornos de la empresa brasileña a funcionarios mexicanos fueron a parar a la campaña presidencial de 2012, no tenía que haberla dado a conocer hasta la finalización de las pesquisas.

 

¿Por qué decidió hacer pública esa información? ¿Para justificar su trabajo? ¿O por órdenes superiores?

 

Como haya sido, si lo que prometió el ex procurador Raúl Cervantes se cumple, estaríamos a semanas de conocer el cierre de las pesquisas y los nombres de quienes recibieron los poco más de 10 millones de dólares que supuestamente fueron entregados a funcionarios mexicanos.

 

Ayer el director general de Pemex, José Antonio González Anaya, de quien se dice podría sustituir en la Secretaría de Hacienda a José Antonio Meade, ya sea que sea nombrado gobernador del Banco de México o candidato presidencial del PRI, evadió responder las preguntas de diputados de oposición sobre la presunta responsabilidad de Lozoya.

 

Pero no podrá hacerlo la siguiente vez, si es que realmente el gobierno está interesado en que se esclarezca el caso.

 

 

 

El que anda haciendo su luchita, medio soterrada, para tratar de convertirse en el sucesor de Miguel Ángel Mancera cuando el jefe de Gobierno se separe del cargo es el procurador general de Justicia, Edmundo Porfirio Garrido Osorio.

 

El funcionario trae su propia agenda y antier quiso sorprender a propios y extraños con el anuncio de la construcción de tres centros de justicia que se ubicarán en las delegaciones Gustavo A. Madero, Tlalpan e Iztapalapa.

 

Todo bien hasta ahí, nada más que le faltó precisar que ese proyecto es de su antecesor, Rodolfo Fernando Ríos Garza.

 

Pequeño detalle, nada más.

 

 

 

La que de plano anda desaparecida es la candidata de Morena a la Jefatura del Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum.

 

No se le ve en actos públicos desde que ofreció una rueda de prensa para informar que había demandado a dos ex funcionarios de administraciones anteriores por haber concedido permisos de construcción al Colegio Rébsamen, que se derrumbó en el temblor del 19 de septiembre pasado.

 

Ello ha dado pie para que comience a cobrar fuerza el rumor de que el dueño de Morena estaría reconsiderando el cambio de candidato.

 

Rumor que alentó el propio Andrés Manuel López Obrador, quien pidió a Ricardo Monreal, el sábado en Zacatecas, que no abandonara las filas morenistas.

 

Podría ser…

 

 

 

El que de plano se aventó un chiste involuntario fue el flamante dirigente del PRI en la CDMX, Eruviel Ávila, quien llegando llegando dijo que el tricolor le ganará la ciudad a Morena y al Frente Ciudadano por México.

 

Quizá el mexiquense –que dio un bajón notable de presidenciable a delegado especial de PRI capitalino- no sabe –o no quiso ver- que le dejaron un cadáver.

 

Al final, hueso es hueso.

 

 

 

caem