Si Donald Trump se tarda en entender lo que su país se está jugando en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que no se sorprenda de que los chinos acaben por deslumbrar al Gobierno mexicano y se conviertan en la puerta de salida, en el salvavidas, del socio abandonado.

 

Y claro que los chinos tienen mucho interés en entrar a México por la puerta del Pacífico. No sólo por el potencial mercado interno, sino porque desde este territorio se puede acceder al mercado norteamericano, así fuera con un arancel tras el rompimiento del acuerdo trilateral.

 

Ahora que el presidente Peña Nieto está en China, el gobierno comunista se ha encargado de deslumbrar a la comitiva mexicana con el progreso que ha logrado esa economía. Todos sabemos de los costos democráticos, ecológicos y demás que implican ese despegue vertical, pero también acá anhelamos vivir un fenómeno al estilo chino.

 

Se puede convertir la tierra en oro, le dijo Xi Jinping a Peña Nieto, mientras lo paseaba por esas zonas industriales que hace una década simplemente no existían.

 

Donald Trump, por el contrario, quiere poner un muro físico y fiscal entre las dos economías. No se da cuenta de que el nivel de vida de sus trabajadores no da para manufacturar en su territorio determinados productos sin encarecer los bienes terminados de forma exponencial.

 

No entiende que los productos que se ensamblan y fabrican en México, desde televisores hasta automóviles, tienen un alto contenido de componentes de su país. Mientras que los artículos que importan de China tienen muy bajo porcentaje de elementos “Made in USA”.

 

El presidente Trump controla determinadas acciones del Gobierno de Estados Unidos, como terminar con su participación en el TLCAN, pero no puede controlar el mercado y sus reglas de oferta y demanda. Esto tampoco lo entiende.

 

Si México sucumbe al coqueteo chino, por ejemplo, con abrir la cueva del comercio electrónico mexicano a Alibaba, habrá de trasladar las enormes naves de almacenaje de Hangzhou a la fronteriza ciudad de Tijuana.

 

Cuando un país se asume como parte de una región, negocia con esa visión con terceras naciones. China tiene límites propios marcados por la sociedad entre México, Estados Unidos y Canadá, como la principal alianza de los tres países.

 

Pero si lo que hay es una amenaza de abandono, México tiene una gran variedad de pretendientes comerciales que sí le entienden a la importancia geográfica, estratégica, energética y económica de esta nación.

 

China nos coquetea, nos presenta a su familia comercial de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), nos pasea por sus propiedades y nos da el trato que en nuestra casa regional de América del Norte no nos proporcionan.

 

Pero China es un amante peligroso si no se exige un trato recíproco en materia comercial. Es muy fácil ser apabullados por una economía que busca mercados para sus productos sin una apertura real que permita a México crecer realmente dentro de ese mercado.

 

caem