“En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera”. La frase, atribuida a Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, aplica perfecto a lo que ocurre actualmente en los dos grandes partidos de oposición en México, el PAN y el PRD, y en las feroces luchas intestinas por la renovación de sus dirigentes. Actor interesado en esos asuntos, aunque aparentemente ajeno a los procesos internos, el gobierno de Enrique Peña Nieto parece estar moviendo hilos, acelerando procesos de investigación y detonando casos penales de corrupción que tienen un impacto directo en las disputas entre panistas y perredistas, ya sea a favor o en contra de grupos políticos o personajes específicos que, como oposición política, necesariamente interactúan con el gobierno federal y con sus decisiones y políticas.

 

Todo opera en el marco de la “extraña coincidencia” en los tiempos políticos y de una clara operación política que, desde áreas como la Secretaría de Gobernación o la Procuraduría General de la República, se realiza finamente en busca de un efecto determinado, aunque nunca reconocido oficialmente. Y así, justo en momentos en que arranca la contienda por la renovación del PAN, el caso Oceanografía se consolida y aparece para declarar, no se sabe si voluntariamente o en calidad de detenido, el dueño de la mayor empresa contratista de Pemex, favorecida con contratos millonarios durante las administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón.

 

No es casual que los calderonistas, representados por Ernesto Cordero y apoyados directamente por el ex presidente Calderón, sean la principal oposición interna al grupo de Gustavo Madero, el candidato a la reelección en el PAN y aliado político del gobierno peñista en el Pacto por México. Cada vez surgen más datos y evidencias que apuntan hacia figuras claves del calderonismo –incluido el ex presidente— en el escándalo de Oceanografía, y nadie, por más ingenuo o bienintencionado, puede pensar que en el dilema entre una panismo oposicionista y combativo, como el que enarbola Cordero, y otro dialogante y colaboracionista como el que ha practicado Madero, en Los Pinos no tienen ninguna duda que prefieren al segundo y no quisieran, ni en su peor pesadilla, tener que lidiar con un PAN encabezado por el grupo de Cordero-Calderón.

 

Y si en el PAN pueden ser evidentes las huellas de una operación gubernamental para tratar de inclinar la balanza, en el PRD empiezan a verse también manos ajenas que golpean a algunos aspirantes a la dirigencia. La semana pasada, después de haber dormido el sueño de los justos por un buen tiempo, el comisionado federal en Michoacán, Alfredo Castillo, se encargó de difundir y anunciar, en cuestión de horas, la activación de una orden de aprehensión, primero, y luego la rápida captura del ex secretario de Finanzas local, Humberto Suárez López.

 

Tampoco fue casualidad que esa detención tocara políticamente al apellido Cárdenas, al tratarse del ex tesorero y hombre de confianza del ex gobernador Lázaro Cárdenas Batel, justo cuando su padre, Cuauhtémoc Cárdenas, se fortalecía como posible aspirante a la dirigencia nacional del PRD, apoyado por varias corrientes perredistas. Y si el ingeniero tuvo que salir a defender a su hijo por el que dice meter “las manos al fuego”, desde otro frente, el Gobierno del Distrito Federal, se encargaban de anular al otro aspirante que buscaba disputarle la dirigencia perredista al grupo de Los Chuchos.

 

El cierre de la Línea 12 del Metro ha sido un golpe letal para Marcelo Ebrard y sus aspiraciones a la dirigencia perredista. Aunque en este caso la decisión no vino de Los Pinos, sino del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, no se debe olvidar que la mayor inversión de recursos públicos en esa obra, que hoy aparece cuestionada, descalificada y con sospechas de corrupción, fue dinero federal por cerca de 8 mil millones de pesos. Además de que Mancera ha negociado con el PRI y con los peñistas la aprobación de la Reforma Política del DF que tanto interesa al jefe de Gobierno en este periodo del Senado ¿Otra casualidad, como la decisión de cerrar la línea 12 después de un año y medio que operó en condiciones de peligrosidad?

 

Con Cárdenas y su apellido investigado en Michoacán y Marcelo Ebrard prácticamente en la lona y ayer reclamado ya para que comparezca ante la ALDF por diputados del PRD, el camino para que Nueva Izquierda y su candidato chucho, Carlos Navarrete, se queden con la dirigencia nacional perredista parece más que despejado. Y ¿quién mejor que Los Chuchos para dialogar, acordar, pactar y negociar con el gobierno de Peña Nieto?

 

Así que, como lo dijo Roosevelt y lo dice también el sentido común: en la política no hay casualidades y si se trata de la política mexicana y de los priistas de colmillo retorcido, mucho menos.