Una de las principales dudas que existe en torno al éxito del acuerdo petrolero que pretende la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es que puedan cumplir su palabra.

 

Los productores de este cartel, desde aquella posición de ventaja que solían tener en este mundo, incumplían con frecuencia sus propios pactos. Acordaban un tope y bombeaban otra cantidad. Total, el mundo reaccionaba rápido a sus designios correctivos.

 

El punto crítico del rompimiento de los acuerdos fue cuando los árabes decidieron de manera unilateral bombear petróleo de forma desaforada para sacar de la competencia a los productores estadunidenses que se habían recién convertido en la máxima potencia de ese mercado.

 

Lograron tirar los precios, en el camino dejaron en la lona a sus socios, como Venezuela, causaron estragos en Nigeria, en México y en muchos otros países productores, fueran o no parte de la OPEP.

 

Sin duda, afectaron a los productores estadunidenses, pero no los derrumbaron, porque nunca tuvieron claro los árabes que la autosuficiencia energética norteamericana había sido un largo sueño que se había convertido en un asunto de seguridad nacional.

 

Cuando Arabia Saudita quiso recomponer el camino se encontró de frente con un competidor que no sólo es poderoso, sino además en un poderoso enemigo y con muchos deseos de imponer sus condiciones en el mercado petrolero.

 

Irán cargaba una pesada losa de sanciones por la insistencia de tener un programa nuclear. Cuando logró convencer a Occidente que lo había abandonado (algo que nunca le debieron haber creído), recibió el permiso de abrir la llave de su producción de crudo.

 

Pasó de menos de medio millón de barriles al día a los actuales casi cuatro millones.

 

Con todo y eso, los productores de la OPEP pueden encontrar la alineación correcta para presionar el mercado. Esa extraña alianza con Rusia, de la que hay que sospechar otras intenciones, podría mantener el alza en los precios tal como se dio a principios de este mes, pero topado por un mercado que de hecho no tiene tanta sed de petróleo.

 

Basta con ver los datos del comportamiento económico chino para comprender que hace falta algo más que una limitación de la producción para que suban los costos. Si los consumidores no compran, menos lo harán si los precios son altos.

 

Al final de cuentas, no parece que se puedan dar las condiciones durante los próximos meses, quizá años, para que suban los costos del crudo a niveles superiores a los actuales.

 

Y la moraleja de todo esto tiene que ser local, ahora que discuten el paquete económico en el Congreso mexicano: que no jueguen los legisladores con las expectativas del precio del petróleo para el próximo año, si es que no quieren equivocarse con las cuentas y tengamos más problemas financieros en el futuro.

 

Ha sido una tradición en este país que desde las cámaras del Congreso se modifica al alza la expectativa del precio del petróleo para el año siguiente, y de esa manera quedan bien con sus clientelas políticas. Ojalá que en esta ocasión no se equivoquen.