Está claro que hay especuladores que hacen de la depreciación del peso frente al dólar un negocio muy rentable. Pero también están los especuladores políticos que se llenan la boca de mentiras para hacer enojar a su clientela política al generar caos.

 

Cualquier persona con un poco de información sabrá que no hay una conjura gubernamental para afectar las finanzas del país.

 

Pero los que no tengan acceso a la información o de plano su cristal dogmático les impida ver la realidad, pueden encarecer las medidas a tomar en adelante.

 

Dice por ejemplo un diputado de Morena que su temor es que Videgaray esté pensando en subir las tasas de interés. Ese personaje sabe muy bien que en primer lugar el secretario de Hacienda no sube las tasas de interés, sino el Banco de México. Y en segundo lugar tiene los conocimientos suficientes, porque me consta, como para entender que un incremento en el costo del dinero es una manera de contener presiones inflacionarias que, esas sí, afectan a los más pobres del país a los que dice defender.

 

Si los que compran y venden dólares para especular logran alterar a un número importante de personas conseguirán ganancias en el río revuelto. Y los que alteren políticamente a la sociedad, dificultarán la aceptación de las medidas monetarias o fiscales que deban tomarse. En ese enojo social creen que ellos ganan.

 

Hay hechos incontrovertibles como el que se trata de una condición volátil global, ningún país del planeta se salva de los efectos de lo que hemos visto durante los últimos meses, particularmente durante este enero.

 

Otros elementos son más relativos, pero también son ciertos. México está mejor posicionado en materia financiera y económica que la gran mayoría de los países latinoamericanos y mucho más que otras naciones emergentes.

 

Y es relativa esa fortaleza comparativa porque la economía mexicana mantiene dependencias peligrosas. Por supuesto, el precio del petróleo es hoy un reto de finanzas públicas, pero también hay un cordón umbilical con la economía estadunidense que puede complicar el crecimiento económico esperado.

 

Simplemente hay que ver el efecto espejo de la caída industrial estadunidense con la baja en esa actividad productiva en nuestro país.

 

El sector servicios y comercio, que se ha convertido en el motor del crecimiento económico, podría estar amenazado por la inflación derivada de la depreciación del peso y por el deterioro de la salud macroeconómica, que afecte la imagen financiera mexicana en el exterior.

 

No hay duda que es mucho más conveniente mantener la inflación a raya y la macroeconomía sana, pero eso necesita de políticas monetarias y fiscales habitualmente poco populares, como subir las tasas y aumentar impuestos.

 

Hasta ahora se han tomado las decisiones más suavecitas y menos estresantes, como usar las reservas internacionales en subastas de dólares y recortar el gasto público en áreas que sí impactan pero poco se notan.

 

Pero cuando hagan falta medidas más polémicas, pero efectivas para controlar la incertidumbre y la especulación, seguramente aparecerán los especuladores políticos internos que le buscarán subir el costo con fines meramente personales.

 

No es un secreto que hay quien en este país amanece todos los días rezando por una crisis profunda que los proyecte y que les permita ubicarse como los salvadores, al tiempo que pueden gritar: Se los dije.