Nos manda decir Perogrullo que para indignarse por el dinero extra que nos va a costar la gasolina, primero hay que tener coche y ésos son, sin duda alguna, una marcada minoría.

 

En México hay, números redondos, 35 millones de vehículos automotores y 120 millones de habitantes. Unos 18 millones son autos particulares y el resto corresponden al servicio público.

 

En este país hay, también en números redondeados, 56 millones de personas en situación de pobreza. Y hay algo así como 89 millones de ciudadanos que tienen al menos una carencia social.

 

No hay la más mínima duda de que son millones las personas que están en esa raya que divide el uso de sus autos o no con los precios actuales y futuros de las gasolinas. Ni el más rico se salva de tener que destinar más recursos al pago de los combustibles, y que con ello dejan de usar ese dinero para cualquier otro propósito.

 

Pero no es posible que un país con los niveles de pobreza actuales destine tantos recursos públicos para subsidiar el precio de las gasolinas que usan una clara minoría de personas.

 

Se han utilizado hasta 200 mil millones de pesos para que los que compran estos combustibles paguen una parte de sus tanques llenos y los impuestos de todos le entren con el resto del costo de cada litro.

 

Me da mucha pena hacerlo enojar, pero pagar el precio real de los combustibles me parece lo correcto.

 

Ahora, del otro lado está toda la lista de calamidades que también calienta y que tiene que ver con lo que hacen y dejan de hacer las autoridades.

 

De entrada el uso de los recursos públicos. No se distraiga en la propaganda de campaña de los aviones presidenciales. Vea lo que se llevan los partidos políticos en recursos para sus campañas, la falta de transparencia en el ejercicio del gasto en el Congreso o en estados y municipios. Ahí tiene las totalmente opacas delegaciones de la Ciudad de México que gastan miles de millones de pesos sin controles.

 

Entre los puntos que propuso la Coparmex, ahora que se reveló al pacto presidencial y propuso su propio acuerdo, está la eliminación de algunos programas sociales que sólo sirven para la corrupción y no para abatir la pobreza.

 

Lo que nos tiene que enojar, y mucho, es que no haya un ejército de inspectores de la Profeco revisando cada gasolinera y cada bomba despachadora para que dejen de robarnos con litros incompletos.

 

Y sabe qué, también nos debe de enojar que haya aprovechados que le calientan la cabeza a la gente para que provoquen desmanes y saqueos con el pretexto del “gasolinazo” y con ello obtengan beneficios personales.

 

Lo único que logran es que el señor Trump junte imágenes y testimonios de lo que ocurre en nuestro país y les diga a sus fieles seguidores que ahí tienen el México violento del que tanto les habló durante la campaña y que eso justifica su muro y sus acciones de bloqueo hacia nosotros.