Cuando Donald Trump tuitea que va a vender el nuevo avión presidencial, lo primero que hace es confirmarnos que es igualito a López Obrador, para después mostrarnos que en esos afanes populistas se afecta a él como próximo Presidente de los Estados Unidos.

 

No cae en cuenta este personaje que dejará de ser simplemente Donald Trump para convertirse en el Presidente de los Estados Unidos de América. Va a cargar con una responsabilidad que tiene que cuidar, entre otras cosas, con un avión óptimo de la más alta tecnología.

 

Donald Trump y López Obrador tienen una serie de coincidencias, desde sus críticas a los medios de comunicación, la sensación de un complot universal en su contra, hasta el hecho de que ambos han decidido que no quieren los nuevos aviones presidenciales.

 

El primer enfoque es el de la seguridad. Un mandatario, de México o de Estados Unidos, requiere de los más altos estándares de seguridad, y tanto el Air Force One, que se pretende cambiar, como el TP01 de la Fuerza Aérea Mexicana, que recién se cambió, son aviones que estaban ya en el límite de su vida óptima.

 

Pero hay algo que debería analizar tanto Donald Trump como López Obrador antes de proponer vender los aviones (con la diferencia clara de que Trump ya es un Presidente electo y ya anunció una decisión de su gobierno y López Obrador, que lo usa como estrategia de campaña). Eso que tienen que considerar es el factor económico.

 

No tanto de sus finanzas personales. Si Trump quiere usar su Boeing 757-200 y López Obrador, la clase turista de una línea aérea comercial, es asunto suyo. Pero el tema es buscar un ahorro para las finanzas públicas.

 

Resulta que un avión de nueva tecnología, como el que ahora usa el Presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, posee una autonomía de combustible tal que para volar por ejemplo a Tokio, Japón, ya no tiene que hacer una primera escala en Canadá, una segunda escala en Alaska y de ahí acabar la vuelta en la capital japonesa. Hoy vuela directo y ahorra combustible y tiempo.

 

Lo más caro de la operación de los grandes aviones es el pago del combustible y a la vuelta de no tantos vuelos acaba por pagarse la inversión en equipos nuevos. Pero esto no lo entienden.

 

Ahora, si algo que puede ser explicado de una forma tan sencilla es rechazado por estos dos personajes, ¿cómo poderles explicar las ventajas del libre comercio a uno y de la participación de la iniciativa privada en el sector energético al otro?

 

Lo peligroso del populismo es eso: que los que lo profesan se casan con ideas que acaban por ser absurdas y riesgosas.

 

Cuando son estrategias de campaña, son en todo caso trampas electorales muy cuestionables. Pero como en el caso de estos dos personajes que sí llevan al gobierno sus planteamientos, López Obrador ya fue gobernante en el Distrito Federal, es ahí donde rebasa la anécdota para convertirse en un foco rojo general.