Todavía anda por ahí el autor de la campaña sucia del peligro para México. Es un dirigente empresarial que a pesar de que fue bien retribuido por sus servicios políticos, quiere seguir viviendo del presupuesto.

 

Y puede ser que aquella campaña sucia tenga una precisión milimétrica en su diagnóstico del personaje al que se refería, pero era claramente una pieza de la guerra sucia. Bueno, fue tan evidente la mala uva de los promotores que en la siguiente reforma electoral se prohibió la libre expresión de todos los particulares.

 

Insisto en la precisión del diagnóstico que hoy es más vigente que nunca.

 

Pero ya que andamos en eso de señalar los peligros para México, llegó la hora de apuntar el actual nivel de la cotización peso-dólar como uno de los riesgos para la economía doméstica.

 

A reserva de que los mejores teóricos económicos puedan encontrar una explicación convincente, hay que dejar a nivel de milagro financiero el hecho de que el peso se ha depreciado de manera sostenida desde el tercer trimestre del 2014, hasta la fecha y no ha tenido ningún efecto inflacionario.

 

Al contrario, el año pasado tuvimos una inflación históricamente baja, que tiene su explicación en la baja de los precios de los hidrocarburos, en los efectos positivos de las reformas energética y de telecomunicaciones, en la buena producción agrícola y en la tendencia mundial a las inflaciones bajas.

 

Pero una economía como la mexicana que es claramente dependiente de Estados Unidos, con el alto número de importaciones de insumos y de consumo, es milagroso que la inflación general se mantenga tan estoica. Solo porque de verdad confiamos en la honestidad de las mediciones del Inegi.

 

Es verdad que el peso rellenaba la canasta de divisas emergentes que enfrentaban el vuelo a la calidad y la consecuente apreciación del dólar de los Estados Unidos. Era la explicación perfecta hasta noviembre del año pasado: todas las monedas emergentes se están depreciando, pero el peso es de las más resistentes.

 

Desde finales del año pasado la suerte del peso mexicano cambió y se convirtió en objeto del deseo de los especuladores.

 

La liga de las políticas monetarias de México y Estados Unidos y la renuncia a seguir inyectando dólares de manera indiscriminada de las reservas internacionales muestran una baja en la guardia para justificar en la baja de los precios del petróleo y en los desequilibrios de las balanzas comercial y fiscal una renuncia a mantener pesos y preferir los dólares.

 

Los movimientos bruscos en un solo día enfocados solo al peso mexicano, son evidencias claras de un ambiente especulativo.  Los movimientos de estos días dejan claro que están rebasados los mecanismos de contención.

 

Es tan incierto el impacto del tipo de cambio en la economía, en la inflación, mexicana que los expertos que consulta el Banco de México responden en la misma encuesta que es un lastre el dólar caro para el crecimiento pero al mismo tiempo esperan que la inflación se mantenga muy baja en este 2016.

 

Hoy, una devaluación en un día superior al 2% y una cotización que roza los 19 pesos por dólar es una señal roja de alerta, es sin duda un riesgo económico.

 

No pueden estar las autoridades monetaria y fiscal tan pasivas. Llegó la hora de que muestren que son parte de la solución, no del peligro para México.