En el entendido de que un canal de televisión es un partido político, la decisión que tomaron los nuevos propietarios del canal privado Globovisión de despedir al periodista Francisco Kiko Bautista se produce bajo un entorno de redefinición de actitudes de la presidencia venezolana sobre la relación con los medios de comunicación.

 

El pasado lunes 13 de mayo, la familia Zuloaga transfirió la propiedad del canal a los empresarios Raúl Gorrín, Gustavo Perdomo y Juan Domingo Cordero; los tres ajenos al mundo de la televisión. Las casualidades en política revelan el color de los hilos que mueve el poder, bromas sinceras con aliento de venganza, o si se prefiere, precaución. Lo que es cierto es que dos casualidades revelan incertidumbre en el sector mediático venezolano: las razones que subyugaron a la decisión que tomó la familia Zuloaga de vender Globovisión y el despido de un periodista por abrir el micrófono y la cámara a Henrique Capriles. Desde hace ya algunos años Globovisión fue acosada por Hugo Chávez; uno de los accionistas, Guillermo Zuluaga pidió asilo político al gobierno de Estados Unidos. A falta de argumentos tangibles, el gobierno de Chávez hostigó a Zuluaga por concepto de usura al encontrársele 24 automóviles en una de sus propiedades. ¿Por qué razón Guillermo Zuluaga decidió vender sus acciones después de la muerte de Hugo Chávez?

 

La piel del entonces presidente Hugo Chávez era mediática. Entendía con plenitud su cuarto de máquinas. Chávez necesitaba de un medio antichavista para obtener un efecto multiplicador en sus mensajes. A la distancia, sus críticas sobre Estados Unidos se convirtieron en ornamento retórico con débiles sustentos categóricos. Requería de un enemigo “real” y cercano. Sin enemigos no se percibe la amistad; sin oposición la democracia es una caricatura; y sin un canal de televisión medianamente plural, Hugo Chávez se hubiera disipado en un entorno no gobernable por los medios. Con sus numerosos rasgos telegénicos lograba encubrir el filo de su pensamiento. Ahora, Nicolás Maduro nos presenta la naturaleza de su piel: antimediático. No logra levantar el rating a pesar de comunicarse con pajaritos con alma humana; no es telegénico, y como tal, le resulta difícil transmitir credibilidad a través de la pantalla. Parece increíble pero político que carece de telegenia, en el siglo XXI, no es político.

 

La posmodernidad no obsequió un acto de magia: convirtió a los canales de televisión en partidos políticos. “Yo voto por ESPN”; “Yo por FOX News”. Nicolás Maduro no vota por CNN en español porque considera que conspira en contra de su gobierno. “CNN en español es una televisora puesta al servicio de la desestabilización, que llama abiertamente a golpe de Estado en Venezuela (…)”. La deconstrucción del mensaje presidencial trae a tiempo presente la proyección de su gobierno: enemistarse con los medios críticos para construirse atmósferas alegres, complacientes y aplaudidoras a su paso. Maduro cometió un error táctico al definir como golpista a CNN en español; al ser éste un canal panregional, las percepciones negativas sobre la imagen de Maduro superarán por mucho a las positivas. Chávez cuidaba ese tipo de detalles. Prefería acercarse a medios internacionales. Recuerdo una entrevista que concedió a Rossana Fuentes-Beráin, directora editorial de Foreign Affairs en español. La misma cadena CNN en español lo entrevistó en varias ocasiones.

 

Carla Angola, periodista hasta hace algunas horas de Golobovisión, decidió renunciar al canal en protesta por el despido de su compañero Francisco Kiko Bautista. En una entrevista realizada por el periódico El Universal (de Venezuela), sus palabras no muestran aliento de venganza o, mínimo, de irritación. Al preguntarle sobre los nuevos directores, Vladimir Villegas y Leopoldo Castillo, Angola responde: “Creo que tienen la responsabilidad más grande que dos personas pueden asumir en este momento y en este país. Su deber es mantener desplegada la bandera en defensa de las libertades.

 

Que así sea.