Qué fácil resulta a un joven amenazar a sus progenitores con que se va de casa. Qué fácil resulta amedrentar aduciendo que les protege la ley.

 

Pero se les olvida muy rápido las noches en vela que sufrieron sus padres cuando los que ahora se quieren marchar, tenían 40 grados de fiebre con tan sólo dos años. Se les olvida el esfuerzo de levantarse a las seis de la mañana, durante muchos años para poder cobrar una hora extra y, así, pagarles los estudios. Se les olvida cuando pedían el regalo de su vida –generalmente la infame PSP que no deja pensar- y los Reyes Magos se las traían. Se olvidan de tantas cosas que su gratitud es tan sobresaliente como su exultante juventud. Es muy fácil decir que uno se va de casa, pero que papá tiene que mandarle el dinero porque el joven aventurero nunca tuvo y quiere experimentar andanzas costeadas por papá.

 

Todo eso es muy fácil.

 

El vicepresidente catalán Orión Junqueras ha dicho que en junio dará a conocer la fecha de cuándo se llevará a cabo el referéndum para saber si los ciudadanos catalanes quieren seguir perteneciendo al Estado español o si prefieren la separación.

 

De nuevo, los independentistas catalanes le conminan con unas forzadas al gobierno de Mariano Rajoy.

 

Pero es más, también ha declarado Junqueras que no reconocen el fallo del Tribunal Constitucional que ha dictado que no se puede celebrar dicho referéndum porque va en contra de la Constitución española. Pero para los independentistas catalanes no existe la Carta Magna española, no la reconocen. De hecho, están elaborando la suya propia.

 

Lo que no dicen los independentistas catalanes –como los hijos desagradecidos que quieren marcharse de casa- es que Cataluña ha sido la Comunidad Autónoma más mimada en todos los aspectos. El último “regalo” del Gobierno central, para que el muchacho no se vaya de casa, ha sido casi cinco millones de euros que van a derivarse para Cataluña y sus infraestructuras. Una lluvia de millones que otras comunidades autónomas como Extremadura los quisieran para ellos. Y es que la Comunidad Autónoma extremeña tiene problemas de pobreza serios. Cataluña, no.
Pero, además, el ministro de Hacienda también está estudiando una reducción de la deuda catalana con respecto del Estado español. Y no es por nada, pero le debe mucho. Así cualquiera quiere ser independiente.

 

Y es que estos independentistas de incontinencia verbal son como los adolescentes cuando advierten que se van de casa. Amenazan con marcharse de España, pero le piden a papá Estado español que les dé dinero para poder ser independientes.

 

Continúan también con la idea romántica del separatismo, igual que los jóvenes cuando mueren de amor. Pero las hormonas están tan a flor de piel que hoy aman y mañana odian.

 

Lo que les pasa a estos catalanes que buscan la independencia es que, como los jóvenes, hoy quieren una cosa y mañana, otra. Quieren irse, pero con las manos llenas. Eso de pedir dinero para emanciparse se les da muy bien.
Lo malo es que si llegare a pasar –que no será el caso- volverían diciendo que la Unión Europea no les entiende, que ningún organismo internacional les ha hecho caso y que además se gastaron toda la lana. Claro, que siempre estaría papá Estado para abrazar a sus cachorros. Porque es lo que son: unos bisoños con aires de grandeza.