En México, el primer contacto que establecieron 485 mil 665 jóvenes con pandillas y que cometieron actos vandálicos por primera vez ocurrió a los 14 años, incluso antes de haber ingresado a la preparatoria.

 

De acuerdo con la Encuesta de Cohesión Social para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia (Ecopred) 2014, a los 14.7 años en promedio, los adolescentes mexicanos incurren por primera vez en actos vandálicos; lo hacen “por la emoción”,  respondieron, de grafitear sin permiso una pared, romper vidrios o quemar algo.

 

Antes del acto vandálico viene el ingreso a una pandilla a los 14.6 años, edad en la que se supone que un adolescente estudia el tercer grado de secundaria, para proteger un territorio, protegerse de otras personas o hacerse respetar; 187 mil jóvenes admitieron haber pertenecido a una pandilla en algún momento de su vida y 46 mil reconocieron haber formado parte de una en 2014.

 

El año pasado 64 mil jóvenes se iniciaron en el uso de armas a los 16.3 años, con cuchillos, navajas e incluso pistolas que los “ayudaron” a ganarse el respeto ajeno o defenderse; 214 mil 400 usaron un arma cuando menos una vez en su vida. A los 17.2 años, 568 mil 304 cayeron en la cárcel por primera vez.

 

En México, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), los adolescentes estudian tres años de secundaria entre los 12 y los 14 años y el bachillerato (o la educación media superior) entre los 15 y los 17.

 

El rango de edad de los 14 a los 15 años no sólo es la transición entre la secundaria y la prepa, también representa el primer gran “cuello de botella” entre seguir estudiando y dejar la escuela. De acuerdo con datos de la estadística educativa de la SEP, entre los últimos dos ciclos escolares se perdieron 1 millón 765 mil 877 de adolescentes que un año estaban estudiando la secundaria y al siguiente, ya no ingresaron a la preparatoria.

 

La Subsecretaría de Educación Media Superior (EMS) reporta que partir de los 15 años disminuye aceleradamente la asistencia escolar y aumenta el abandono. En un cálculo que elaboró la dependencia, de cada mil niños que ingresan a primaria sólo llegarán a la preparatoria 810 y la terminarán 490. Después, Menos de 6 de cada 10 egresados de EMS continúan sus estudios en el nivel superior.

 

Según la encuesta que elaboraron el INEGI y la Secretaría de Gobernación la transición entre la primera vez en que un adolescente comete un acto vandálico e ingresa a una pandilla  ocurre precisamente entre esas edades: los 14 y los 15 años.

 

A los 17, cuando se da el segundo gran cuello de botella entre salir de la prepa e ingresar a la universidad, también ocurre la primera detención o arresto. De acuerdo con las cifras de estadística educativa de la SEP, entre el ciclo escolar 2013-2014 y el 2014-2015 se perdieron 1 millón 129 mil 542 jóvenes que después de la preparatoria no ingresaron a la Universidad.

 

Según la subsecretaría de Educación Media Superior en más de 2 mil 500 planteles escolares del país, el nivel de abandono llega a 18.3 por ciento anual, cifra que incide directamente en que sólo consigan terminar la escuela la mitad de los alumnos que se inscribieron en el primer semestre. La media nacional es de 15%.

 

Generación “tona”: jugárselo todo por nada 

 

La explicación del abandono escolar de los jóvenes y su posterior incorporación (en muchos de los casos) a la delincuencia es compleja, señalaron especialistas en Educación, pero también es necesaria para evitar la estigmatización o criminalización “fácil” de los jóvenes.

 

Alejandro Ocampo, director del Departamento de Comunicación del Tec de Monterrey Estado de México, explica que el abandono escolar está relacionado con que tener una carrera o estudiar ya no es garantía de un mejor futuro o de superación personal.

 

Al mismo tiempo, la incorporación al crimen o pandillas está relacionada con que los jóvenes necesitan encontrarle un sentido a la vida y así, mientras los ejemplos de “éxito” no son necesariamente de personas íntegras sino de gente con dinero y poder, la sociedad se ha desocupado en explicarles lo contrario.

 

Al no encontrar una respuesta satisfactoria a sus interrogantes, muchos de estos jóvenes pasan a engrosar las filas de la generación “Tona”… aquellos que deciden jugárselo todo por nada, la vida por la fama, el dinero o el poder.
“La escuela ofrece un futuro muy sombrío, implica mucho tiempo y esfuerzo para solucionar una situación de vida, que al final la escuela no va a resolver. Al final, el crimen o la delincuencia se convierte en una verdadera opción”, señaló el académico Roberto Gacía, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

 

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