“Esto no ha terminado… no podíamos tomar ninguna determinación con resultados que aún no son oficiales, hay que esperar”, advertía Cuauhtémoc Cárdenas al momento en que Andrés Manuel López Obrador comenzaba su discurso y soltaba a su vez algo semejante: “Vamos a esperar”.

 

A unos pasos, Manuel Camacho Solís nos confiaba: “El tema es la equidad, por ahí nos vamos a ir en los próximos días”. Y por lo pronto, apuntaba “las encuestadoras ya hicieron el ridículo, ve la diferencia de puntos que dio el PREP, frente a lo que ellos nos recetaban”.

 

Efectivamente, la diferencia entre López Obrador y Enrique Peña Nieto que acababa de anunciar el presidente del IFE eran tan sólo de siete puntos, mientras que las casas de encuestas daban 15 puntos de diferencia en promedio. Y eso lo subrayaban unos y otros, desde Juan Ramón de la Fuente, Lázaro Cárdenas Batel, Jesús Zambrano y Alberto Anaya.

 

Más de cuatro horas había estado encerrado López Obrador en su casa con Marcelo Ebrard, con los dos Cárdenas, con Camacho, con De la Fuente y con Zambrano, para decidir qué estrategia asumir. Los asesores les enviaron tarjetas mostrando todo tipo de escenarios previsibles. Unos querían que ya aceptara la derrota, según cuentan. Otros, como el propio Andrés Manuel, sostenían que había que esperar las cifras oficiales.

 

Las preocupaciones de unos y otros eran muy distintas. Para unos, lo más importante el futuro, lo porvenir, 2018. Para lo otros, el momento actual, la verdad de la elección, la necesidad de mostrar a diestra y siniestra la inequidad existente en este proceso.

 

Finalmente ganó la posición de López Obrador, misma que compartía Cuauhtémoc Cárdenas. Y fue así como enfilaron hacia el hotel Hilton Alameda, aunque Ebrard ya no los acompañó, para dar su conferencia a las 11:30 de la noche, en cuanto terminaran las  transmisiones del IFE y del residente Felipe Calderón.

 

Y sí, López Obrador no dio su brazo a torcer, pero en nada semejaba el enojo de hace seis años. Esta vez, se notaba, López Obrador sí estaba preparado para perder, si fuera el caso. Y aunque todavía no lo reconoce -va a esperar los resultados oficiales para dar a conocer su posición definitiva-, el tabasqueño lucía más maduro que en 2006.

 

HORAS ANTES

 

La espera en el hotel Hilton resultaba cada vez más extraña. Versiones iban y venían mientras una pantalla mostraba la página del PREP en la que Andrés Manuel López Obrador unas veces aparecía en segundo lugar y otras en tercero.

 

“Esto -apuntaba Bernardo Bátiz al ver al candidato de la izquierda en tercer lugar- es una mentada de madre”. René Drucker, con las manos en los bolsillos, soltaría un sonoro: “¡Chingada madre!”.

 

La inquietud comenzó a apoderarse de los amigos y miembros del posible gabinete de López Obrador: “Sólo falta que quieran mandarnos al tercer lugar”, soltaba Jaime Cárdenas. “Esto huele a podrido”, añadía Porfirio Muñoz Ledo.

 

Las encuestas habían mostrado un resultado muy diferente al que mostraba el PREP hacia las 9:30 de la noche. En ellas era muy claro que López Obrador quedaba segundo lugar y Josefina Vázquez Mota en un profundo tercer lugar. ¿Por qué entonces las pantallas del IFE referían una impresión diferente?, se preguntaban.

 

Y añadían otro hecho que les resultó extraño: la rapidez con que salió la panista, a las 8:30 de la noche (e inmediatamente después Gabriel Quadri, del Panal), a reconocer que las tendencias no le favorecían. Hecho que llevó a no pocos a reiterar algo que pensaban desde hace tiempo: “Hay pacto”.

 

Más y más conjeturas. Javier Jiménez Espriú, Adolfo Hellmund, Martí Batres y Dolores Padierna hacían llamadas a la casa de campaña. Nicolás Mollinedo les informaba que iba para largo, que saldrían hasta la medianoche.

 

Pero los hechos cambiaban minuto a minuto. A las 10:45 de la noche se informaba que el presidente del IFE, Leonardo Valdés, adelantaría media hora su anuncio de los resultados.

 

“Están presionando a Andrés Manuel”, concluían los ahí presentes.

 

En 2006 López Obrador no estaba preparado para perder. Aquella noche del 2 de julio, luego de que el presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, declarara a las 23:10 de la noche que los márgenes de error “no permiten distinguir claramente la fuerza política que ha obtenido el mayor porcentaje de votación emitida”, el tabasqueño salió a responder que de acuerdo con sus datos “ganamos la Presidencia de la República” y que con información de conteos rápidos estaban ciertos de que estaban, cuando menos, 500 mil votos arriba.

 

Fue el inicio del incendio que desbordaría en el plantón de Reforma. El Tribunal daría el triunfo al candidato del PAN, Felipe Calderón, por una diferencia de 0.56%.

 

Ayer, la historia sería distinta. Y en la memoria quedaban algunos de los dichos de López Obrador durante su campaña de este 2012 y que se avizoran hacia el futuro próximo.

 

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