Más allá del resultado de la ríspida negociación entre México y Estados Unidos en materia de azúcar y su resultado que no dejó contento a nadie, hay que ver lo que resulta de este primer escarceo entre los dos gobiernos en un encuentro en materia comercial.

 

De entrada, el acuerdo azucarero es el primero que en materia de una droga legal hacen los dos países. Porque el azúcar es esa sustancia adictiva que por esa característica se produce en grandes cantidades aquí y allá.

 

Ya veremos en el futuro cómo negocian las dos naciones un tratado de la mariguana donde Estados Unidos sólo acepte que México le mande la hoja y no pastelillos o cigarros terminados, para no afectar a los fabricantes locales.

 

Pero bueno, cada quien tendrá su opinión respecto a lo bueno o lo malo del azúcar. Lo cierto es que este acuerdo entre los dos gobiernos fue un muy buen ejercicio para adelantar mucho de lo que viene con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

 

Hay que ver que esta negociación del azúcar mexicana fue forzada por Estados Unidos ante su amenaza de lograr un acuerdo o atenerse a aranceles de más de 40%.

 

Existe una similitud entre este tema y decir a México que o renegocia el TLCAN o, bien, se acaba el acuerdo.

 

Ni los azucareros mexicanos ni los azucareros estadounidenses quedaron conformes con el acuerdo, pero demostró las habilidades negociadoras del equipo mexicano de Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray, al tiempo que mostró la tolerancia de Wilbur Ross, secretario de Comercio estadounidense.

 

Pero lo que hay que ver que lograron los estadounidenses es el cambio más importante en materia de la relación bilateral. El acuerdo azucarero permite a los Estados Unidos aplicar sanciones inmediatas y hasta desmedidas a México si incumple los cupos acordados.

 

Esto no está en el espíritu original del TLCAN. Ahí hay mecanismos de solución de controversias que actúan y que si bien suelen ser burocráticos, también impiden medidas arbitrarias unilaterales. Eso se perdió en dicho pacto azucarero.

 

Y sin duda marcará una pauta para la resolución de las disputas comerciales futuras en una renegociación del acuerdo trilateral.

 

Sobre todo porque la línea discursiva de los estadounidenses es cumplir con un comercio justo desde su perspectiva y poder aplicar un garrote inmediato es algo muy similar a lo que allá entienden por justicia.
Pero hay algo peor todavía: este pacto del azúcar lo negoció México con los más moderados del comercio estadounidense. La renegociación del TLCAN es responsabilidad de los más duros e intransigentes del gobierno de Trump.

 

No será lo mismo Ross que Robert Lighthizer, representante comercial del Gobierno de Washington, quien se ubica más del lado de los más duros asesores del presidente Trump.

 

Fue un buen ejercicio, un round de sombra, ganado por Estados Unidos. Pero con un decoroso resultado para México. Sin embargo, tomemos en cuenta que tendremos frente a nosotros a un socio alevoso.

 

aarl