Irónico y triste, sin duda, que en la competencia por la Presidencia de la República en 2018, la izquierda esté totalmente ausente. La lucha se dará entre los liberales que representa José Antonio Meade como candidato “ciudadano” del PRI y dos populismos de distinto origen: el del ex priista Andrés Manuel López Obrador y del panista Ricardo Anaya. Los independientes también se pueden ubicar en las mismas coordenadas: el ex priista-populista Jaime Rodríguez El Bronco y la derechista Margarita Zavala. La izquierda, de plano, no pinta en las próximas elecciones.

 

Por más que en su ignorancia, políticos y opinadores ubiquen como partido de izquierda a Morena, es un error grave pretender calificar a Andrés Manuel López Obrador y su Movimiento Regeneración Nacional como una opción de izquierda o como tal a lo que queda del Partido de la Revolución Democrática, que a lo más llega ya a ser considerado como un partido nacionalista o progresista, pero que de izquierda ya sólo le quedan algunos recuerdos.

 

La desaparición de la izquierda en México comenzó cuando con Pablo Gómez, a la cabeza del Partido Mexicano Socialista, le entregó su registro a Cuauhtémoc Cárdenas para crear el Partido de la Revolución Democrática, y a partir de ahí las facciones más rupestres de las izquierdas se aliaron con el cardenismo nacionalista y dieron origen a las tribus; se aliaron como grupos corporativos para expulsar de ese partido a los sectores más avanzados y modernos de las izquierdas que terminaron arrinconados y refugiados en la academia, algunos gobiernos o la iniciativa privada.

 

Pasados casi 20 años de la fundación del PRD, la izquierda está prácticamente desaparecida, y su lugar ha sido ocupado por populistas y nacionalistas que tienen como base los grupos que se han ido desprendiendo del PRI y que reproducen los mismos vicios y prácticas que critican al priismo y que los priistas siguen ejerciendo.

 

Y precisamente quien encaminó sus esfuerzos en la desaparición de la izquierda y todos sus liderazgos fue Andrés Manuel López Obrador, quien como jefe de Gobierno y presidente del PRD se dedicó a perseguir y golpear a todo lo que oliera a izquierda o progresismo dentro de ese partido.

 

Así las cosas, los mexicanos nos debatimos entre un PRI que optó con Meade por un funcionario de gran trayectoria, capacidad y prestigio, pero que tiene como carga todos los vicios del priismo, los fallos del gobierno saliente y décadas de corrupción, inseguridad y pobreza; AMLO y Morena, que representan un viejo populista autoritario, mentiroso y conservador y el joven populista del PAN, Ricardo Anaya, que adolece de los mismos vicios que El Peje y a los que suma una voracidad espeluznante.  

 

Hoy, tanto AMLO como Anaya y su Frente dicen que pretenden impulsar un cambio de régimen, pero no dicen cuál ni cómo, Meade promete una continuidad que se le atraganta no a pocos, así que en verdad, otra vez, estamos en la situación de elegir entre el menos peor o el que menos daño cause con su llegada al poder en 2018.

 

 

VUELTA YUCATECA

En la designación del candidato del PRI en Yucatán, la terna está entre Jorge Carlos Ramírez Marín y el favorito del gobernador, Mauricio Sahuí.

 

Sahuí es el favorito de la oposición, porque buscarán tumbarle la candidatura con denuncias a nivel local y federal por actos anticipados de campaña y propaganda personalizada, así como quejas por responsabilidad administrativa por desvío de recursos públicos de la Secretaría de Desarrollo Social en Yucatán, para conseguir la candidatura a la gubernatura con todo el apoyo del gobernador.