Al final del día, el PRD logró salvar al PRI y al PAN de una debacle electoral: la presión perredista para no terminar con los subsidios generalizados en electricidad evitará que la carestía de la luz influya en las votaciones del 2015.

 

La crisis económica de diciembre de 1994 y 1995 con el alza del IVA y de las tasas de interés benefició al PRD en las elecciones intermedias de 1997 para el Congreso y el gobierno del DF y le abrió al PAN la alternancia presidencial del 2000. En las elecciones de 1997 el PRI perdió diez puntos porcentuales y 5.5 millones de votos en las legislativas.

 

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De igual manera, la severa crisis económica de 2008 con -4.7% de PIB y la violencia del crimen organizado afectaron electoralmente la votación panista en las elecciones intermedias de 2009, con la pérdida de más de cuatro millones de votos y su caída a segunda fuerza legislativa.

 

La presión del PRD en los debates y la difusión en medios de la inminente alza generalizada de tarifas a los ciudadanos obligó al PRI a sacar de la ley eléctrica el argumento de terminar con los subsidios generalizados y centrarse en subsidios focalizados.

 

La discusión de las leyes secundarias energéticas no pudo separarse del clima adelantado electoral del 2015 y del 2018. Con tal de obligar al PRI a dar marcha atrás a algunos puntos de las reformas, el PRD abrió sus cartas del 2015 y del 2018 y alguien en el PRI entendió el mensaje y las aristas sociales de las reformas se mitigaron. El PRD se quedará sin banderas de campaña y el PRI habrá evitado el costo social de la carestía.

 

Ante el formato de la discusión de las leyes secundarias en el Congreso y la alianza PRI-PAN-Verde-Panal que dejó en minoría al PRD-PT-MC, la bancada perredista optó por la estrategia del cansancio, de la reiteración pero sobre todo de la polarización ideológica.

 

Sin demasiadas posibilidades de ser comprendida por el electorado, la salida del PRD fue la de reproducir el modelo político de 1981, el escenario de una disputa de proyectos de nación: los perredistas serían los buenos y patriotas y los priistas y panistas estarían en el lado de los traidores.

En realidad, se trata de dos propuestas pero no históricas: la neopopulista del viejo régimen priista del nacionalismo revolucionario ahora es bandera del PRD, conformado por ex priistas, y la globalizadora de priístas posmodernos; aunque el fracaso del populismo y de la globalización exigía un camino intermedio que resolviera las insuficiencias de ambos modelos.

 

Sabedor de que estaba derrotado por carecer de votos suficientes, el PRD se ha concretado sólo a machacar el argumento nacionalista que hasta ahora no le ha dado mayores votos en las elecciones; eso sí, le ha servido para tratar de provocar el enojo entre los priistas, aunque también con nulos resultados. Y si el PRD asiste a las próximas elecciones enarbolando la bandera del cardenismo, sus porcentajes difícilmente van a cambiar.

 

La trayectoria ideológica del mundo está regresando al Estado, pero no al viejo Estado populista. El Francis Fukuyama que cantó el fin de la historia en 1989 y en 1992 por lo que dijo que había sido la victoria del capitalismo regresó al debate en 2004 con la propuesta de que el Estado es más que necesario por el fracaso privado en la economía.

 

Sólo que la propuesta de Fukuyama dio un salto cualitativo en términos no sólo conceptuales sino de definiciones teóricas: ya no es el Estado sino lo que llamó estatalidad y dividió las funciones del aparato público en mínimas, intermedias y dinámicas. Así, el papel ideológico del Estado pasaba a segundo término y el Estado podía cumplir su función reguladora legal sin ahogarse en la ideologización de sus funciones.

 

Pero los legisladores siguen mostrando su ignorancia conceptual en politología.