Llega un punto en el que la mejor manera de respetar una gran historia, es terminarla.

 

Justo ahí, Arsene Wenger, tan imprescindible para comprender al actual Arsenal, que en el estadio Emirates pueden contemplarse dos estatuas suyas…, bustos atorados en el pasado, como su gestión.

 

Pocos directores técnicos pueden presumir haber creado no sólo un futbol de autor, sino incluso de haber refundado toda una tradición; antes de que Wenger asumiera la conducción de los gunners en el ya lejano 1996, el Arsenal sólo brillaba por la rutina; futbol predecible, clásico kick and run británico, más actitud que talento, fuerza y sudor antes que técnica y estética. Sobre ese tema trata en buena medida el aclamado libro Fever Pitch de Nick Hornby, sobre los pesares y desilusiones del autor como feligrés del club.

 

Con esa pose más propia de académico de Cambridge que de lo que solía esperarse del aguerrido submundo del balón, Arsene Wenger cambió al Arsenal y, paulatinamente, cambió a la Liga Premier. De hecho, para que hoy tengamos ese torneo tan mediático, lleno de jóvenes prospectos de Europa y África, con tamaña sofisticación desde lo físico hasta lo logístico, hizo falta que este francés llegara con su revolución; la alimentación de los jugadores, su comportamiento, la disciplina, el asumirse futbolistas a tiempo completo, integrarlos a un marco social, soltarlos ante los micrófonos; eso sin olvidar que en las islas británicas existían severas resistencias contra todo lo que no fuera un 4-4-2 poco flexible, hasta que Wenger modeló e impuso otras puestas en escena para este deporte.

 

Sucede que el Arsenal no ha sido campeón de liga desde la temporada 2003-2004 y que terminar siempre entre los cuatro primeros no basta a su afición. Algo parecido con la Champions League, en la que ha estado con mayor constancia que nadie, pero desde 2011 eliminado siempre en octavos de final. Lo anterior toma otra perspectiva si se considera que las posibilidades económicas del club son tan elevadas como las de los genuinos tiburones europeos. Wenger ha destacado varias veces por su prudencia, por su sensatez, por no dejarse arrastrar por los afanes de gasto del común de sus colegas. Al mismo tiempo, ha preferido conformarse con planteles limitados para la mayor de las metas.

 

Goleado por el Bayern Múnich y virtualmente fuera de la Champions otra vez en octavos de final, a diez puntos del líder Chelsea en la Liga Premier, otro año triste flota sobre el Emirates. Con el contrato de Arsene Wenger por finalizar, el clamor popular es cerrar al fin esta etapa, mas todo apunta a que la directica buscará retenerlo por otra campaña.

 

¿Con qué finalidad? Quizá con la de permitirle despedirse de mejor manera, aunque, siendo sinceros, parece difícil que eso llegue a acontecer. Esta maravillosa historia se ha hecho demasiado larga. Entre más tiempo se pretenda alargar, de peor forma se recordará. Parece ingrato, pero el DT que parió al famoso equipo de los invencibles, hoy tiende a irse con un estigma perdedor.

 

Twitter/albertolati

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