“Mi historia es un ejemplo de lo que puede pasar cuando se siguen políticas de compasión y entendimiento, no de odio y aislamiento”. Palabras llenas de dolor e incomprensión, confirmación del poder y la consiguiente responsabilidad, de quienes gozan de grandes reflectores como los deportistas más célebres.

 

 

Mo Farah, sucesor de Usain Bolt como el más destacado atleta de pista y campo en la actualidad, logró con su mensaje dar voz a millones de personas atrapadas en este absurdo. Ante la restricción de acceso a Estados Unidos para personas provenientes de siete países, ante la interrupción inmediata del programa de refugiados, esa protesta: la del mejor mediofondista de épocas contemporáneas; la del niño somalí que llegó a la Gran Bretaña sin hablar un palabra en inglés y terminó por recibir de la reina el cargo nobiliario de Sir; la del hermano que perdió de vista por más de una década a su gemelo, preguntándose incluso si continuaba con vida; la del religioso musulmán que reza antes de cada competencia; la del joven carismático que habiéndose caído a media carrera en Río, se levantó con una sonrisa y se dio tiempo para subir un convencido pulgar a la cámara; la del hombre que vive en Estados Unidos a donde, de pronto, se enteró que ya no podría poner pie.

 
Farah representa demasiadas cosas para la Gran Bretaña: la cara exitosa de su multiculturalidad; la reconciliación con un pasado imperialista de atrocidades y excesos; la fortaleza de una nación que aprovecha el potencial de cuantos llegan de fuera, ya en arte, ya en estudios, ya en tecnología, ya en deporte; la lección ante sus eternos afanes de excepcionalidad, paranoia y confinamiento (ejemplificados con su Brexit). Tanto representa Farah en esas islas, que un buen amigo británico de padres chinos, me explicaba: “antes de Mo, quienes no somos ingleses, escoceses, galeses, norirlandeses, pero nacimos aquí, teníamos problema para definir qué somos: con él muchos aprendimos a ser británicos y a estar orgullosos de eso”.

 
El mismo Sir Mohammed Muktar Jama Farah que el domingo clamó: “El primero de enero de este año, Su Majestad la reina me hizo Caballero de la Corte, el 27 de enero Donald Trump parece haberme convertido en alien”. Horas después, y tras la intervención del gobierno británico, se anunciaba que el multimedallista no tendría problema en volver a Estados Unidos, donde le esperaban sus hijos y paga impuestos. Sin embargo, de inmediato reiteró que esa concesión no cambia nada e insistió su inconformidad.

 
La única diferencia de Farah con el resto de los afectados, en su notoriedad; precisamente, el punto que no podía desaprovechar para gritar en contra de las medidas migratorias más atípicas en la historia de cualquier país moderno y democrático en tiempos de paz.

 
Twitter/albertolati

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