Su imagen con una banda debajo del cabello y abultados lentes remite a otra época. Acaso como su historia misma, tan cerca de haberse estancado en el lejano 2001, trayectoria que lucía despedazada, incluso antes de comenzar, en una carretera.

 

Denis Istomin, autor de la primera gran sorpresa deportiva del año tras eliminar del Abierto de Australia a Novak Djokovic, sufrió un severo accidente automovilístico a los 14 años; a decir de los médicos, sus sueños de sostener una raqueta, de volver a correr uniformemente, de practicar deporte de alto rendimiento estaban finiquitados.

 

Tres meses internado en un hospital y dos años sin jugar tuvieron un inevitable efecto: la carrera de este uzbeko ya no sería lo promisoria que alguna vez apuntó, cuando se insinuaba que en esta ex República Soviética había brotado una gran perla.

 

Como sea, y siempre entrenado por su madre, Istomin se mantuvo en el circuito. Uno de esos exponentes humildes y anónimos del tenis, lo máximo que podía presumir con 30 años cumplidos era llegar a la cuarta ronda de Wimbledon en 2012 y US Open en 2013, equivalentes a octavos de final. Clasificado normalmente entre los puestos 100 y 200, sólo entró a este Abierto australiano con wild card (se impuso con mucho sufrimiento a un rival ubicado en el sitio 319 de la ATP).

 

Ciertamente, es mucho lo que se puede analizar sobre la increíble caída de Djokovic, que acumulaba 33 torneos de Grand Slam sin perder en tan temprana ronda: su cambio de entrenador, el desplome de una hegemonía que parecía inexpugnable un semestre atrás, la sensación de que ya nada será como antes, de que forma física y saciedad ahora van en su contra.

 

No obstante, es mucho más lo que se tiene que decir de este tenista desconocido e ignorado hasta hace una semana. Aunque Istomin quede fuera de Australia a la brevedad y no vuelva a gozar de una victoria de este tamaño, hay grandes lecciones: perseverancia, apego a un anhelo, batalla por unos ideales.

 

Una opción era lamentar a perpetuidad ese accidente que desvirtuó su carrera desde la gestación. Otra más, agradecer que sobrevivió a tan dramático episodio y pudo hallar, con incalculable sudor, un camino hasta los reflectores de este día.

 

Istomin nunca presumirá un palmarés como el de las grandes raquetas del mundo, pero podrá jactarse de algo poco habitual: haberlo intentado año con año, temporada a temporada, torneo por torneo, en vez de quedarse por siempre lamentando lo que le tocó vivir.

 

En 2001, desde unos Balcanes bombardeados y atemorizados, Nole Djokovic inició su epopeya en una Copa Davis Junior. Por esos mismos días, Denis Istomin, con idénticos sueños, pensó que no volvería a una cancha; 16 años después, y al menos por una noche, el destino le dio algo de la gloria extraviada en esa carretera.

 

Twitter/albertolati

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