Detrás de uno de los futbolistas más asiduos en páginas de sociales y espectáculos, se esconde uno de los personajes más articulados y cultos del contexto del balón.

 

Al contemplar su imagen lanzando bombas de olor ante reporteros y efectuando otras bromas pesadas, podríamos llevarnos la impresión de que Gerard Piqué es el tipo de futbolista que, atrapado en el futbol, se aferra a seguir comportándose como niño, a no dar seriedad a nada, a la irreverencia antes que la prudencia.

 

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Algo parecido al verlo por Miami con Shakira, jugando un torneo de póker en Las Vegas o rodeado de socialités en un partido de baloncesto. La realidad es que ser futbolista multicampeón con Barcelona y la selección española, al mismo tiempo que pareja de la cantante más global de los últimos años, resulta en una mezcla idónea para los paparazzi –y genera una imagen imprecisa de este individuo.

 

El mismo Piqué apareció un mes atrás en la marcha que conmemoraba los 300 años de lo que los catalanes consideran como la fecha de su sometimiento a España, semanas después de no haber acudido a la selección española alegando una lesión (aunque en esos mismos días sí jugó con el Barcelona).

 

Justo en su regreso al representativo ibérico, algo que muchos pensaban que ya no sucedería, detalló su postura: “Defiendo el derecho del pueblo catalán a expresarse. Es democrático que la gente opine. Eso es una cosa y otra que yo siempre haya disfrutado muchísimo con la selección, con la que estoy súper comprometido. Si quieren que siga viniendo, estaré encantado de venir. Expreso mis opiniones porque soy futbolista y ciudadano, y cuando creo que debo involucrarme, lo hago. No me afecta en mi profesión. Otra cosa es la opinión pública. Pero lo importante es que rinda en el campo y haga mi trabajo”.

 

Por controversias que eso pueda suponer, Piqué no deja de ser coherente: su postura en relación a la independencia catalana resulta conocida, sin que eso tenga que implicar negarse al equipo de España. Al mismo tiempo, su petición es que Cataluña pueda decidir y aprovecha el foro de la selección nacional para manifestarlo: futbolista, pero también ciudadano, como él mismo detalló.

 

En abril de 2013 pude efectuar una larga entrevista con el defensa, en la que charlamos de temas que no siempre se pueden tocar con deportistas: el desempleo en España, la influencia en su vida de una madre muy destacada en el sector salud, lo ajenos que se hacen los futbolistas a su realidad, la significación política del Barça…, y, precisamente, ser catalanista jugando para España.

 

Entonces Piqué me comentó que no tiene razones para dejar de portar la casaca roja mientras que Cataluña siga perteneciendo a España, que es parte de su trabajo, que en nada contradice a sus posturas, que cree en la democracia y su petición es libre determinación de su pueblo.

 

Antes de que volviera al Barcelona tras su paso por Manchester United, en esa central jugó Oleguer Presas, quien sí pidiera al entonces seleccionador español, Luis Aragonés, no ser convocado. Mucho más radical que Piqué en todo sentido (incluso defendiendo en un escrito a un terrorista de ETA, así como acudiendo a marchas anarquistas y a manifestaciones de apoyo a grupos okupas), Oleguer tuvo la virtud de ser coherente de tal forma. Piqué también lo es de ésta, incluso recordando que en alguna premiación de Copa del Rey estuvo a punto de subir al palco real enfundado en una Estelada, bandera independentista catalana.

 

 

 

 

 

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