“Queremos abrir los ojos de la gente, mostrarles que todo el negocio del futbol se ha convertido en una inmensa organización criminal. Que ninguna transferencia se hace ya sin ilegalidad o al menos trampas al límite”, explicaba un personaje de pseudónimo John a la revista alemana Der Spiegel.

 

Amante de este deporte, su misión en Football Leaks es toda una venganza en contra de quienes, considera, se han adueñado de este deporte. “Nosotros mismos somos grandes aficionados del futbol y nuestra primera prioridad es ayudar a otros aficionados a entender mejor el secretismo del negocio del futbol (…) Un negocio que carece de transparencia como lo hace el futbol, es un paraíso para la corrupción, lavado de dinero y fraude fiscal”, señalaba en ese soberbio artículo.

 

¿Gran apoyo para los sistemas tributarios de Europa? Todo lo contrario: gran exhibición de las inevitables lagunas en los mismos. Al tiempo, otro problema: difícil convencer a los contribuyentes de cumplir, cuando algunas de las personas o empresas más privilegiadas de la sociedad (como lo son los futbolistas y equipos de élite), no lo hacen; difícil también cuando buena parte de la labor de recaudación solía basarse en un contagioso miedo, debilitado con esas revelaciones.

 

Al cierre de este 2016, Football Leaks ha vuelto a la carga y lo ha hecho bajo dos líneas: la primera, permitiéndonos comprender las excentricidades que rodean muchas de las firmas más millonarias en el mundo del balón; la segunda, ventilando algunas laxitudes u omisiones fiscales.

 

En el primer rubro, la capacidad de asombro no tiene límite: Mario Balotelli con un millón de libras adicional, como prima por no ser expulsado más de tres veces en el año o por no escupir a rivales; Rafael van der Vaart con un ingreso extra por no portar zapatos rojos, color del Sevilla, acérrimo rival de su entonces equipo, el Betis; Thomas Vermaelen apenas figuró en el Barcelona, pero cobró por admitir jugar en cualquier posición; el Atlético de Madrid ingresando un cuarto de millón cada que Sergio Agüero participa en quince partidos con Manchester City, incluso cinco años después de haberlo vendido; el traspaso de Gareth Bale al Real Madrid que sí superó el monto pagado antes por Cristiano Ronaldo, aunque pretendió simularse lo contrario para no encelar al crack portugués; el propio Cristiano imponiendo multas elevadísimas al personal de su casa (300 mil euros) en caso de que ventilen cualquier circunstancia que acontezca en su vida.

 

En el segundo rubro es donde viene lo complejo: paraísos fiscales, comisiones, lavados de dinero, pagos no reportados a Hacienda, intermediarios, prestanombres: lo que suele suceder en muchos de los negocios más lucrativos del planeta, pasa a menudo en el futbol.

 

Lo de Football Leaks (como lo de Wiki Leaks) hace público lo privado y puede sonar a cacería de brujas, pero también torna en todo un elemento adicional en el enramado de las pasiones deportivas: cuando la afición de un equipo siente perseguido a su jugador bandera y desea que el hostigamiento se dirija hacia la estrella del acérrimo rival. ¿Messi y Cristiano? Sí, tras competir diez años por todos los trofeos, en este terreno se da su nuevo pulso.

 

Twitter/albertolat

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