La máxima sublimación de su oficio, de su experiencia, de su dominio del medio tendrá que verse reflejada entre la noche de este jueves y la del domingo.

 

A Ricardo Ferretti y Ricardo La Volpe les había tocado de todo en sus dilatadísimas carreras como entrenadores. Casi mil partidos de Liga para el nacido en Brasil, quien no ha dejado de dirigir desde que en 1991 se retirara habiendo hecho el gol del título para Pumas; más de tres décadas en el banquillo para el originario de Argentina, con pasos por dos Selecciones y por tres instituciones en la Liga de su país.

 

Como sea, nadie puede estar preparado para una final así, simplemente porque nunca había existido. Final que remite más a los primeros tiempos del futbol, cuando los jugadores viajaban hasta un mes en barco para sólo llegar a disputar un partido definitorio (así, por ejemplo, le sucedió al Tri para el eliminatorio frente a Estados Unidos, realizado en pleno Italia como preámbulo al Mundial de 1934).

 

El océano atravesado ha sido distinto para Tigres y América. En el caso regiomontano, de tiempo: 19 días de la más ansiosa y enjaulada nada. En el águila, de espacio: el desgaste del largo ir y venir a Japón, con su consiguiente desfase horario de 15 horas.

 

Habituados a iniciar una final a tres o cuatro días de haber accedido a ella, los momentos anímicos y físicos ya son otros en los dos cuadros, la inercia de la ronda anterior ya se ha almacenado lejos en la cabeza; lo mismo en términos de lesionados que ya se recuperaron y sanos que ya se lesionaron.

 

Un partido definitorio, aunque con tintes de ser el debut (y no la despedida) en una Liga. ¿Quién pasa casi tres semanas sin patear balón en torneo oficial? Sólo quien está por debutar en un torneo largo, donde se llega con las piernas algo tiesas, con mejores intenciones que sensaciones, con la cabeza apenas lista para empezar a mecanizar ciertos movimientos y entendimientos.

 

Por ello los expertos no dudan en afirmar que el parón ha sido peor para Tigres, por mucho que América traiga un tremendo deterioro por todo lo vivido desde que eliminó a Necaxa hasta hoy: triple avión hasta Osaka, partido ante Jeonbuk, traslado a Yokohama, semifinal contra Real Madrid, tercer sitio frente a Atlético Nacional, doble avión de vuelta.

 

En el fondo, si los dos son inteligentes, sabrán que resulta inútil culpar de tan atípica situación a su rival en la final; aquí no hay más culpable que la federación y quienes admitieron tan absurdo calendario –otra vez para el próximo año, ahí vamos de nuevo, que el pozo siga abierto y se ahogue quien se tenga que ahogar.

 

Pretextos esta vez hay más que nunca, pero puestos a pelear el título, quien se distraiga en enlistarlos seguramente perderá.

 

Es una realidad que esta competencia se ha desvirtuado. Es otra realidad que si a dos directores técnicos se les sospecha capacidad para lidiar con tan extraño contexto es a ellos dos.

 

La pretemporada prenavideña prefinalista terminó. Valga la redundancia, al fin la final. La extraña y larguísima final.

 

Twitter/albertolati

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