El anuncio oficial, tan inevitable como controversial, tenía que llegar reforzado por alguna de esas noticias que ocupan amplios espacios en los medios de comunicación y tienden a ser aceptadas unánimemente.

 

A sus 78 años de edad, Joseph Blatter dio a conocer que se postulará para una nueva reelección que lo mantendría en la presidencia de la FIFA hasta los 82. ¿Y cómo envolvió la oficialización de algo que él mismo ya había dado casi por hecho? No sólo con la declaración de “mi misión todavía no está terminada”, que ya alcanza para poco romanticismo, sino refiriéndose a que, por fin, será probada la televisión para dirimir acciones polémicas durante partidos oficiales (penaltis, fueras de lugar, expulsiones, faltas que cambian el rumbo a un juego).

 

Blatter tenía dos caminos para amortiguar su reelección: uno era endurecer su postura respecto a la forma en que Qatar consiguió los votos para conseguir la sede mundialista de 2022; la otra, insistir que él es el “presidente de la tecnología”, subiendo su apuesta: ya logró que se coloquen radares en la línea de gol para determinar si un balón entra y ahora dará pauta a los directores técnicos para desafiar alguna decisión del árbitro, apelación que se constatará con el apoyo de las tomas televisivas.

 

Joseth Blatter

 

Todo un as bajo la manga, especie de brújula para salir de aguas pesadas en tiempos tormentosos, es un gran paso que no pensé que se vería en muchas décadas más. Blatter ha sugerido que se podría experimentar en el Mundial Sub-20 del próximo año en Nueva Zelanda, así como en algún torneo de liga local.

 

Sin embargo, no dudo que hubiese sido mucho más importante que el cochinero llamado votación de Qatar 2022, se usara como fuerte ejemplo de lo que ya no puede permitirse en la gestión internacional del deporte. Y, me temo, la posposición del anuncio de la investigación, así como el respaldo dado este día por el propio Blatter a Qatar, confirman que ahí no sucederá nada relevante: la Copa del Mundo será en Qatar. ¿Con instalaciones levantadas bajo un régimen laboral que remite a la Edad Media y que ya cobró varios decesos? ¿Con varios estadios que acaso nunca más vuelvan a usarse? ¿Con mudanza de fechas que generen un caos en el calendario futbolístico? ¿Con la certeza de que dinero y política se movieron como nunca jamás para garantizar el resultado de los comicios? ¿Con la eventual legitimización a violaciones de derechos humanos? Resígnense: esto no tiene gran pinta de cambiar.

 

El único rival de Blatter rumbo a su quinto mandato es su antiguo colaborador, Jerome Champagne, de cuya fuerza de oposición él mismo ha dudado. Sólo al lanzar su voluntad de competir por la presidencia, Champagne enfatizó que no creía poder vencer a Blatter si éste intentara reelegirse.

 

El problema de Blatter en estos momentos es Europa, aunque poco daño le generará cuando ha recopilado apoyos en las otras cinco confederaciones.

 

Tendrá otros cuatro años. Y pensar que cuando sustituyó a Joao Havelange en el cargo, en 1998, muchos dudaban de que derrotara a Lennart Johansson. Y pensar que desde entonces no ha enfrentado siquiera alguna votación reñida.

 

 

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