Nadie podrá negar que, al menos esta vez, Cruz Azul ha intentado algo distinto, ha buscado un proyecto diferente, se ha aventurado a nuevas ideas.

 

A simple vista, la trayectoria de Paco Jémez puede generar dudas: por un lado, tiene más experiencia en Divisiones de Ascenso que en Primera División española; por otro, en los últimos seis meses padeció el descenso con Rayo Vallecano y la pronta destitución del Granada después de un terrible inicio de campeonato.

 

Como sea, esos números no logran reflejar que Cruz Azul se ha traído a uno de los más prometedores directores técnicos de la nueva generación en España; tan es así que apenas en julio pasado, Jémez fue candidato demasiado apoyado para sustituir a Vicente del Bosque al frente de la Selección de su país.

 

La razón de eso son sus altos grados de innovación, valentía y trabajo. Fue loable que su Rayo Vallecano resistiera en Primera División durante tres campañas consecutivas, con un presupuesto que lo condenaba a caer desde un principio. Más loable, la forma en que lo logró: yendo al frente, jugando sin complejos, priorizando el buen trato al balón sin importar que el rival se llamara Real Madrid o Barcelona, con total coherencia y dignidad. Su gran premio le fue arrebatado: tras una gran temporada en la que el Rayo finalizó octavo, no pudo disputar la Europa League por los problemas económicos de la institución. Esos mismos desastres financieros propiciaron que a cada verano rehiciera por completo al equipo y volviera a plasmar un once competitivo sobre la cancha.

 

Por todo lo anterior, a pesar del descenso consumado en la última jornada del campeonato pasado, de inmediato sonó para guiar a la mismísima Selección.

 

Su proyecto azul tiene que ser a largo plazo y con énfasis en la generación de nuevos talentos, en el desarrollo, en su canalización hacia el primer equipo. En la cancha, es de esperarse su sello ofensivo, de posesión, de respeto a la pelota.

 

Más de una vez fue llamado DT kamikaze por la forma en que lanzaba a sus huestes contra los mayores tiburones de la Liga. Tras haberse comido un buen racimo de goles ante el Madrid, una de sus respuestas fue “prefiero que me llamen imprudente a que me llamen cobarde”.

 

Frase que, dado el frágil estado actual de la Máquina Cementera, bien podría aplicar: representa un inevitable ejercicio de imprudencia asumir esas riendas, a 19 años del último título y cuando el equipo se ha convertido en todo un símbolo del derrotismo y el fatalismo en cada ámbito de la cultura mexicana, con el estigma del cruzazuleo.

 

Por su parte, Cruz Azul ya probó demasiado con el carrusel de entrenadores de nuestro futbol, sin siquiera calificar a la Liguilla por cinco torneos consecutivos.

 

Este matrimonio puede no funcionar, aunque nadie podrá decir a la Máquina que esta vez no se ha arriesgado a algo diferente.

 

Twitter/albertolati

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