Una placa en el East End londinense, recuerda: “La Batalla de Cable Street. La gente del East End se reunió en Cable Street el 4 de octubre de 1936 y repelió la marcha del fascista Oswald Mosley y sus Camisas Negras a través de las calles del East End, con el grito ¡No pasarán!”.

 

Episodio vinculado a la Fórmula 1 de las últimas décadas, cuando el hijo del ultraderechista Oswald, Max Mosley, manejó junto con su gran amigo Bernie Ecclestone la máxima categoría del deporte motor.

 
Más allá de que a la boda de los padres de Max asistieron personajes como Hitler y Goebbels, o de que tras la detención de sus padres Winston Churchill abogó por que el niño Max pudiera visitarlos, o de que en 1958 el adolescente Max participó en los choques raciales de Notting Hill en contra de jóvenes negros, Mosley dejó su cargo al frente de la Fórmula 1 en 2009, luego de que se filtraran videos en los que aparecía en una orgía con mujeres portando suásticas.

 
A partir de ese escándalo, Ecclestone (a quien se le recuerdan declaraciones sobre Hitler como “sabía comandar a mucha gente y conseguía que las cosas se hicieran” y apoyos a Max Mosley para ser primer ministro británico), se quedó solo en el trono de la Fórmula 1; más que por votos o acuerdos, fue un líder de facto.

 
Los equipos grandes del serial solían protestar por su absoluto control de todo (venta, televisión, publicidad, calendario, apertura a nuevos mercados, política, restricciones), aunque al final debieron admitir: con el denominado Mr. E, el negocio era rutilante. Tanto, que a nadie sorprendió la venta del campeonato por unos 8 mil millones de dólares; lo sorprendente fue, en todo caso, que al inicio de esta semana declarara, “hoy me han echado, estoy fuera, es oficial”.

 
Ecclestone llevó el rugido de sus monoplazas allá donde hubiera dinero y poder. Eso propició que paulatinamente se alejara el serial de Europa occidental e incursionara en los mercados más variados: Shanghái, Bahréin, Sochi, Bakú, Singapur, Kuala Lumpur, Abu Dabi, incluso Sao Paulo y México, se convirtieron en fijos; antes, India, Turquía y Corea del Sur también tuvieron su pedazo de temporada.

 
En donde hubo conflicto político, Ecclestone zanjó el tema. Por ejemplo, cuando Rusia se había anexado Crimea y estaba cerca el Grand Prix de Sochi: “El señor Putin nos apoyó enormemente y fue muy servicial. Nosotros vamos a hacer lo mismo”. Algo similar cuando Bahréin en 2012 se encontraba en medio de fuertes protestas y represión de las mismas, pero igual se disputó la carrera.

 
Ahora Ecclestone se va y genera amplias dudas sobre si quien le suceda podrá conservar similar flujo de capital, sobre si continuará el negocio perfecto. En todo caso, si la Fórmula 1 fue vendida a cambio de tantísimo dinero es por el potencial que se le ve para producir todavía más.

 
¿Autoritario? ¿Despótico? ¿Monolítico? ¿Arrogante? Como sea, Bernie Ecclestone suelta la Fórmula 1 con un nivel de consolidación envidiable. En palabras del nuevo jefe, Chase Carey: “Se denomina a sí mismo dictador. Ha manejado el evento como dictadura de un solo hombe por mucho tiempo”.

 
Dictador relacionado, por medio de su amigo Max, con esa vieja placa del East End.

 
Twitter/albertolati

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