En un contexto en el que hay tantos certámenes futboleros que nos cuesta distinguir a uno de otro, parece indispensable que cada competición mantenga un distintivo, se aferre a una esencia, conserve cierto valor identificativo.

 

Durante muchos años, la española Copa del Rey iniciaba de forma trepidante por una sencilla razón: que las primeras rondas eran a eliminatoria directa, de ahí que se le denominara con total precisión en términos pugilísticos, Copa del Knockout; una derrota y las estrellas estaban fuera.

 

Spain Soccer Copa del_Ramí

 

Así, tres veces han sucumbido Barcelona y Real Madrid ante cuadros de Segunda B, equivalente a tercera categoría, algo casi imposible si existe un partido de vuelta en la casa del gigante (la excepción, cuando el Alcorcón se impuso a los merengues incluso a doble cotejo, luego de golear en la ida por 4-0; de ese golpe nunca se repuso un gran director técnico, como lo es Manuel Pellegrini, relevado a fin de curso por José Mourinho).

 

Entendamos la diferencia: unos van armados por alineaciones multinacionales que pueden estar valuadas en más de 500 millones de euros, al tiempo que los otros juegan única y exclusivamente por amor a la pelota o la ilusión de ser vistos para poder tener carrera. Cuadros semiprofesionales y conformados por individuos que se dedican el resto del tiempo a cualquier empleo: bomberos, burócratas, electricistas, maestros de educación física, taxistas.

 

Un par de años atrás se coló hasta semifinales de Copa del Rey el Mirandés del Ebro, cuya estrella trabajaba como cajero en un banco y había saltado a la fama tras marcar dos goles al Villarreal. El presupuesto anual de la institución apenas superaba el millón de euros, insuficientes para comprar a medio futbolista de primera o, en el mejor de los casos, pagarle el salario anual.

 

Por poner paralelos de otros países europeos, en Inglaterra la totalidad de la Copa FA se realiza a juego único –si existe empate, se efectúa un segundo choque, esta vez con la localía para quien primero fue visitante. Algo similar sucede con la copa francesa o alemana; en esta última fui testigo en 2005 de una milagrosa calificación del humilde Sainkt Pauli (entonces en tercera) a semifinales de copa, donde ya no pudo ante el Bayern Múnich.

 

La mayoría de los editoriales deportivos españoles de esta semana se refirieron con nostalgia al viejo sistema de competencia, aunque bien saben que su protesta es en vano. Los grandes dan sustento económico al certamen y no están dispuestos a posibilitar su propio ridículo, más allá de que hacer estas fases a doble encuentro, inflama un calendario de por sí muy saturado.

 

El Real Madrid visitó al Cornella de Segunda B, y con una alineación alternativa dejó liquidada la eliminatoria (incluido un gol de Javier Hernández). Evidentemente, el choque de vuelta ya carece de sentido, aunque eso no tiene nada que ver: una cosa es que lo normal y previsible sea ver avanzar al gigante tras uno, dos o cien partidos; otra muy distinta, que una eliminatoria a 180 minutos favorece al rico.

 

Con tal formato, es casi inútil esta ronda, mero trámite para ver goleadas y no emocionarse.

 

La Copa del Knockout se ha convertido, al menos de arranque, en la Copa de la Siesta. Vean si no…

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.