Toca, toca, toca. Oxigena, libera, reorienta. Recupera, aprieta, pelea. Da circulación, genera amplitud, abre espacios. Más lo vemos en la liga española y menos lo entendemos: que un futbolista con la calidad y tan atípicas condiciones como las que exhibe Jonathan Dos Santos, jamás ha sido pilar de la Selección Mexicana; incluso, son pocos los partidos relevantes en los que se le ha confiado la titularidad.

 

 

La relación que comenzó con el recorte de último instante de Sudáfrica 2010 del entonces veinteañero Jona, jamás ha logrado reconducirse. En el camino, imprescindible aclararlo, el actual mediocampista del Villarreal ha padecido algunas lesiones muy inoportunas, como la que le marginó de Brasil 2014.

 

 

 
Como sea, a menudo ha sido confinado por el Tricolor a onces alternativos o a minutos irrelevantes, como si todavía debiese probar su validez o como si no se conocieran sus alcances.

 

 

 
No es que en México sean escasos los volantes del corte de Dos Santos, es que, me atrevo a decir, en el mundo no abundan. Los hay especialistas en destruir lo que genera el rival; los hay magistrados en construir el juego propio. No tanto, los que combinan las dos virtudes de manera tan automática y natural, como Jona aprendió desde su formación en el Barcelona.

 

 

 
Frente al Real Madrid, volvió a ser el eje en torno al cual giró el Villarreal y acaso el punto a través del que los amarillos comenzaron a imponerse (la hegemonía del Submarino duró lo que sus pulmones): aplicado y sacrificado, preciso e inteligente, claro y siempre ubicado.

 

 

 
Más pronto que tarde, el Tri tendrá que sacar provecho de su futbol. No hacerlo parece un desperdicio y, sobre todo, un disparate.
Este verano de doble compromiso, en el que la mayoría de los mexicanos que actúan en Europa irán al torneo prioritario que es la Copa Confederaciones, sería absurdo que Jona fuera contemplado para Copa Oro, pero también que se quedara con el plantel que viaja a Rusia ejerciendo un rol secundario.

 

 

 
Si en una selección tienen que jugar los que están en más pleno momento y los que cuentan con la capacidad para hacer mejor al equipo (dicta la vieja frase, no se trata de poner a los once mejores, sino a los que hacen el mejor once), lo de Jonathan está cantado. En detrimento de qué elemento en la alineación, bajo qué dibujo, con qué variantes, ya es asunto del entrenador, pero reciclar centrales o medios ofensivos para hacer lo que Jona domina en una liga tan exigente como la española, es el sin-sentido.
Al mismo tiempo, el menor de los Dos Santos, algunas veces tachado de indolente, está obligado a adueñarse de esa plaza con personalidad, liderazgo y entrega; si se le trata como mayor, como tal habrá de responder.

 

 

 
Tras una rarísima y muy convulsa relación con selecciones mexicanas, a sus 26 años tiene que ser quien reciba las llaves del medio campo del Tri, quien haga mejores, quien surta de comodidad, a los diez verdes restantes.

 

 

 
Twitter/albertolati

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