La gestión del futbol fue por mucho tiempo el planeta del no pasa nada. Comisiones y corruptelas, contratos rodeados por dudas y sospechas, traiciones y alianzas, inmunidad o complacencia política, concesiones de sedes mundialistas motivadas unas veces sí y otras también por pagos para persuadir a quienes votan (Qatar 2022 es el caso más sonado, pero sería tan injusto como iluso pensar que fue el primero o el único).

 

Al inicio de este 2015 hubiera sido imposible inferir que al cabo de pocos meses llegaríamos a ver incidentes tales como la detención de altos cargos de la FIFA justo en la víspera de su asamblea, que se les extraditara a Estados Unidos, que algún dirigente grabara a los demás con un micrófono oculto, que Joseph Blatter presentara su renuncia a poco de ganar otra reelección, que las oficinas de la FIFA fueran inspeccionadas por las autoridades suizas que por muchas décadas fingieron demencia respecto a lo que en ese búnker en Zurich sucedía, casi como si se tratara de un país independiente e intocable.

 

Cada semana ha sido peor para la FIFA. Si hace unos días cayó el secretario general del organismo y brazo derecho de Blatter, Jerome Valcke, ahora es el mismísimo presidente el que se ve acusado e investigado. Para hacer todavía más devastador el huracán, el principal candidato a quedarse con la silla grande, Michel Platini, ha salido más que raspado de los últimos episodios.

 

Él, que con tanto ahínco ha pretendido proyectarse como paladín de la transparencia y rectitud para el futuro del organismo, recibió un pago de dos millones de euros de parte de Blatter. Sus explicaciones lucen como uno de los puntos más absurdos en esta novela de folletín: que fue por un trabajo efectuado para FIFA entre 1999 y 2002, cuando era aliado y protegido de Blatter. ¿Y entonces por qué se realizó el depósito en 2011? ¿FIFA no tuvo antes solvencia para saldar sus deudas? ¿Debió esperar 10 años para ponerse a mano con quien fuera uno de los más importantes individuos de su cúpula directiva? ¿Por qué no se le remuneró cuando era amigo de casa y sí cuando era rival desde la UEFA?

 

Las coincidencias parecen desnudar la versión de Platini: aconteció que por esas fechas de 2011 el ex capitán de la selección francesa decidió no contender con Blatter por la presidencia de la FIFA. Más aun, tras meses de enconada confrontación, instó a los directivos europeos a apoyar un nuevo cuatrienio del suizo.

 

Siempre me pareció curioso que Michel Platini emergiera triunfante del caos de este año. Si Qatar 2022 es uno de los puntos medulares de la tormenta, pocos apoyaron como él al país del Golfo Pérsico, con aquella reunión en el Palacio del Eliseo junto al entonces presidente Nicolás Sarkozy y el hijo del Emir qatarí (hace un par de días, Platini declaró que pudo ser que dijera a Estados Unidos que votaría por ellos, pero que no lo hizo).

 

Casi todo podrá ser negado. Incluso los intereses involucrados, como el gran empleo dado a su hijo, Laurent, por una empresa del mismo grupo qatarí. Sin embargo, le será más complicado deslindarse de las suspicacias de este pago.

 

La crisis comenzó con geopolítica como fondo: Gran Bretaña y Estados Unidos riñendo por los Mundiales que Rusia (2018) y Qatar (2022) les arrebataron. Sus efectos han sido exponenciales y toda una generación de directivos está en algo más que entredicho. Platini, quien pensó haber sobrevivido a lo peor, ahora está en el epicentro; de ser procesado, en automático deberá abandonar la carrera por la presidencia.

 

Inmensa coincidencia que Blatter sea acusado, en específico, por un pago al que ha sido últimamente su mayor rival.

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