No han sido sólo los infinitos petrodólares, que sin duda han ayudado y bastante, lo que ha llevado a Josep Guardiola a elegir al Manchester City. Han sido, parece evidente, otros dos factores medulares: por un lado, reencontrarse en el estadio Etihad con dos de los pilares de su Barcelona (Ferrán Soriano, director general, y Txiki Begiristain, director de futbol), aunque, en mayor medida, el reto de dirigir a una institución que tiene más futuro que pasado.

 

A diferencia de la rancia alcurnia futbolística de la que forman parte Barcelona y Bayern Munich, al Manchester City le basta con ver hacia adelante para ser feliz. En donde no existen remotos años que idealizarse, es más sencillo construirlo todo y erigirse patriarca de una nueva dinastía.

 

Los Citizens tienen 120 años jugando con su nombre actual (casi 140 si incluimos su denominación original) y antes de la llegada del jeque Mansour bin Zayed al Nahyan hubo dos títulos de liga. No obstante, en la Inglaterra campeona del mundo de 1966 no aportó un sólo convocado (entonces deambulaba por segunda división) y a la fecha se piensa que su mejor momento transcurrió en el primer tercio del Siglo XX (curiosamente, cuando ahí militaba quien guiaría al primer gran Manchester United, Matt Busby).

 

Los fantasmas que han acechado a Pep Guardiola en Múnich, ya por acusársele de ser futbolísticamente contracultural, ya por sus métodos centralizadores de poder, ya por su desafío a la voz de Franz Beckenbauer, ya por comparársele con el pasado, en el City no existirán. ¿Cómo es la tradición de juego de los Sky Blues? Respuesta por inventarse, a conjugarse en futuro, de momento inexistente.

 

La llegada en 2008 del capital de Abu Dhabi coincidió con el florecimiento del mejor Barcelona de Guardiola. Eso resultó determinante para que en el Etihad desde entonces se fijara a los blaugranas como canon. Contrataron directivos barcelonistas y ficharon futbolistas similares a lo que se entiende como modelo Barça (pequeños, tocadores, técnicos). Sin embargo, hoy los resultados continúan muy lejos de lo que tamaña inversión pretende. Más de mil 500 millones de dólares gastados y posibilidades económicas renovadas –a la riqueza del Grupo Abu Dhabi, se añade la reciente venta de un porcentaje del equipo a un holding chino– obligan al mayor de los pedestales.

 

Como sea, Guardiola se expone a lo que le sucedió antes de llegar al Bayern: fue anunciarse su próximo arribo y ver a los bávaros levantar todos los trofeos en 2013. De momento, cuatro títulos continúan siendo posibles para el Manchester City: ha vuelto a ser el favorito de los apostadores para ganar la Liga Premier (aunque se ubique a tres puntos del Leicester), está en octavos de final de Champions, disputará la final de Copa de la Liga y se encuentra vivo en Copa FA.

 

Al margen de eso, su mayor problema será una liga muy igualada y justo en el instante en que el contrato récord de televisión entra en vigor, con lo que todos los clubes de la Premier poseen altas capacidades de desembolso.

 

Pep, muy laureado pero a la vez muy joven, necesitaba un reto de esta dimensión. Tomar la igualadísima liga inglesa y encumbrar a un riquísimo equipo que, a día de hoy, tiene mucho más dinero que sentido.

 

Está también el otro sueño citizen, al margen de recrear en las Islas Británicas al Barça: haberse impuesto al Manchester United en la carrera por el director técnico más deseado; ese mismo Guardiola que durante su año sabático recibiera en Nueva York a un Alex Ferguson que deseaba convertirlo en su sucesor.

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