Hay citas y momentos para que el aspirante deje de serlo. Algo así enfrenta el París Saint Germain a partir de este martes.

 

Apenas se disputan los octavos de final de la Champions League, mismos que el cuadro parisino ha superado siempre desde la campaña 2012-13 (consideremos que el capital qatarí llegó apenas en 2011). No es, ni por mucho, la mejor versión de este equipo en los últimos años, todavía enredado en el aprender a ser sin una referencia de la dimensión de Zlatan Ibrahimovic y en el cambio de director técnico, con la llegada de Unai Emery. A diferencia de temporadas recientes, su dominio en Francia esta vez resulta más bien discutible, tres puntos por detrás del líder, Mónaco. No cuenta con su gran pilar defensivo, tras la lesión del brasileño Thiago Silva.

 
Y, sin embargo, en la Ciudad Luz saben que si no es ahora, que si de una buena vez no se da el paso ante un aristócrata de la magnitud del FC Barcelona, que si no se prueba capacidad para eliminar a uno de los mayores tiburones del continente, quizá no vaya a ser nunca.

 
El PSG ha crecido muchísimo a golpe de millones que casi siempre han estado bien invertidos. Así, muy a menudo ha dejado la sensación de que la liga de su país, en la que ha llegado a reinar por más de treinta puntos, le queda pequeña. Eso le obliga a mayores metas y por ello está tan urgido de dar un verdadero golpe en la Champions.

 
Parece curioso que en su momento de menor solidez en el último lustro, sea precisamente cuando se le exija dar ese paso al frente. Curioso, mas no contradictorio: la dinastía que pretende ser parida en ese Parque de los Príncipes, sólo nacerá ante alguien de la primerísima línea europea, como el Barça; no ante pesos semipesados, no ante casi aspirantes, no ante otro nivel de nobleza del balón.

 
El dinero hasta ahora ha sobrado para llenarse de títulos locales (hasta cuatro por año), pero no ha bastado ni para meterse entre los cuatro primeros de la Champions. Quizá sea necesario un influjo digno del mismísimo Conde de Saint Germain, ese personaje experto en ocultismo, alquimia y maniobras políticas, para elevar al PSG a esa otra categoría.

 
¿Favorito para la eliminatoria que abre este martes en París? Sin duda el Barcelona y ese tiene que ser el quebradero de cabeza de los petromillonarios dueños qataríes. Que seis años y muchísimo dinero después, su plantel no sea contemplado en esa élite.
En 2013 tuvieron en el Camp Nou al Barcelona contra las cuerdas. Si en algún momento puede ser, es ahora, con futbolistas urgidos también de ese brinco: Di María de retornar a lo logrado en Madrid, Draxler de cumplir con lo que desde la adolescencia se le intuye en Alemania, Cavani de confirmarse como uno de los mejores delanteros del planeta (escalafón en el que sí está su compatriota y hermano de generación, Luis Suárez).

 
La mayor de las alcurnias del balón tiene cupo limitado. El PSG pretende asaltarla en estos octavos de final.

 
Twitter/albertolati

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